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El calor mata y la indiferencia también

El calor mata, empobrece, enferma, desplaza y debilita. Y cuando vuelva lo hará con más fuerza.

Eduardo Ruiz-Healy

Eduardo Ruiz-Healy

Hasta ayer, el Servicio Meteorológico Nacional mantenía vigente su pronóstico de temperaturas máximas para hoy: de 40 a 45° en Baja California, Sonora, Chihuahua y Sinaloa, de 35 a 40° en Baja California Sur, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Nayarit, Michoacán, Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco, Campeche y Yucatán y de 30 a 35° en Jalisco, Colima y Quintana Roo. Esta semana, más de la mitad del País padeció calor extremo o severo.

México se calienta más rápido que el promedio global. Un estudio del coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM, Francisco Estrada, indica que la temperatura del País subió 3.2° en un siglo, más que los 2° del promedio mundial.

Junio lo confirmó. En Hermosillo, Mexicali y Chihuahua se superaron los 45° el 8, 14 y 15 de junio, y el día 27, mientras el Sur recibía lluvias por la depresión tropical “Dos”, el Norte seguía ardiendo. En Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Puebla y Morelos alcanzaron los 35°. La CDMX registró entre 27 y 29° en la primera quincena y 24° al cierre del mes, cuando empezaron las lluvias.

La salud pública sufrió. Según la Secretaría de Salud, en la semana epidemiológica 25 (finales de junio) se confirmaron 935 casos por temperaturas extremas: 547 golpes de calor, 360 deshidrataciones, 28 quemaduras y 28 muertes, principalmente en Veracruz, Sonora, Chiapas, Tamaulipas y Tabasco. Y las cifras siguen subiendo.

Pero el golpe más costoso ha sido económico. El calor prolongado afecta todas las cadenas productivas. Se estima que en el sector agrícola las altas temperaturas y la sequía redujeron en un 25-30% el rendimiento de cultivos básicos como maíz, caña, trigo y café, con pérdidas estimadas de entre 20 y 40 mil millones de pesos tan sólo en el Norte y Sur del País.

En la industria, los paros técnicos por calor extremo en sectores como construcción, minería y manufactura generaron caídas de productividad del 10-15% en ciudades como Monterrey, Saltillo y Hermosillo. Hubo decenas de apagones, sobrecargas en subestaciones y uso récord de aire acondicionado, elevando el costo operativo de CFE y forzando compras de emergencia de gas para generación.

Y el turismo tampoco se salvó. En destinos como Veracruz, Villahermosa, Acapulco y Mérida, el calor extremo provocó caídas de entre 10 y 15% en ocupación hotelera, cancelaciones de vuelos y cierres intermitentes de servicios. Algunos estados vieron reducido su ingreso por turismo en hasta 1,000 millones de pesos en el mes.

Mientras tanto, la respuesta oficial se limita a recomendaciones para evitar el sol, alertas meteorológicas genéricas e instalación de algunos centros de hidratación. No hay un plan de adaptación climática coordinado. No hay inversión estructural en resiliencia urbana. No hay reformas que protejan a trabajadores expuestos ni políticas fiscales que financien soluciones a la altura del problema.

En total, se calcula que el calor de junio podría haber costado al País entre 60 y 90 mil millones de pesos, considerando el impacto conjunto en salud, agroindustria, turismo, energía y productividad.

Desafortunadamente, el País parece más cómodo ignorando los costos que reconociéndolos. El calor mata, empobrece, enferma, desplaza y debilita. Y cuando vuelva lo hará con más fuerza.


Eduardo Ruiz-Healy

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