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Estupidez funcional

La estupidez funcional es un sistema de gestión impulsado por las organizaciones que se centra en eliminar el razonamiento analítico de los trabajadores.

Carlos  Dumois

DUEÑEZ*EMPRESARIA

Aprender a pensar juntos es un brinco cuántico en nuestras organizaciones. ¿Tenemos opción?

Desde que Peter Drucker pronosticó, hace más de 70 años, que la humanidad evolucionaría hacia la economía del conocimiento, hemos creado cada vez más profesionales universitarios, supuestamente preparados para ocupar labores de gestión del conocimiento en firmas de creación del mismo.

La realidad nos dice que hemos generado dos generaciones, y casi tres, de egresados de universidades de decreciente calidad, que trabajan en quehaceres muy operativos, y que viven profesionalmente frustrados haciendo trabajos aburridos, repetitivos y rutinarios.

Mucho de esa frustración puede ser fruto de lo que se ha llamado la Estupidez Funcional. Explico.

Hace unos años escribí sobre las leyes de la estupidez humana de Carlo Cipolla. Ahora quiero hablarles sobre la estupidez funcional, un concepto desarrollado por Mats Alvesson, de la Universidad de Lund en Suecia, y por André Spicer, de la City University de Londres.

La estupidez funcional es un sistema de gestión impulsado por las organizaciones que se centra en eliminar el razonamiento analítico de los trabajadores. Esencialmente radica en alentar a los colaboradores a enfocarse a sus quehaceres operativos, con buen ánimo, y que no se cuestionen sobre ninguna otra cosa.

Carlos Llano Cifuentes, fundador del Ipade y la Universidad Panamericana, escribió: “En una corporación que esté a la altura de nuestro tiempo, ya no hay diferencia clara entre decisión y ejecución, y esto se da precisamente porque ahora no existen tareas rutinarias que tengan que ser realizadas por personas (las tareas rutinarias las hacen las máquinas. Todos en la empresa deciden a su nivel desde hace años)”.

Esto expresó Carlos hace tiempo, pero parece claro que la mayoría de las compañías siguen sin estar a la altura de nuestros tiempos. Sigue siendo más fácil que los colaboradores no piensen mucho y se apresten a cumplir con las instrucciones, los procesos y los manuales. Pensamos poco en equipo, y cuando lo hacemos, pensamos mal.

Parece ser la estupidez funcional una forma de generar humanos autómatas, fieles seguidores de las órdenes de sus jefes. Pensar juntos implica adquirir las habilidades de la escucha activa y la comunicación con empatía, y eso apenas estamos aprendiendo a hacerlo.

Paradójicamente este sistema de gestión facilita que las organizaciones operen más eficientemente, por lo menos de manera temporal. El liderar de esta forma permite que los jefes no pierdan tiempo en explicar las razones y motivos de sus decisiones, en ampliar el contexto que les da origen, en escuchar otras propuestas y cuestionamientos y propicia que los negocios marchen fluidamente en sus operaciones.

La estupidez funcional emerge de la falta de disposición, de la ausencia de compromiso, de la carencia de habilidad para pensar en equipo. No estamos bien preparados para pensar sinérgicamente. Es más cómodo y menos demandante dar instrucciones y encomendar tareas y pendientes, y luego darles seguimiento.

Hoy que las organizaciones necesitamos ser más flexibles, más ágiles, el dirigir por tareas se ha convertido en una atrofia seria que compromete nuestro futuro. La generalización de la estupidez funcional es un fenómeno emergente que no necesariamente se ha escogido. Somos inconscientes de la relevancia de no forzarnos a pensar en equipo. Sus consecuencias son desastrosas, pero no nos sentimos responsables de ellas.

El efecto de este fenómeno es siempre a largo plazo. Su costo más alto es el costo de oportunidad. Pero es claro que si no hacemos nada nos estamos jugando nuestro futuro. Si inducimos a nuestros colaboradores a enfocarse a sus labores operativas nos arriesgamos a que no descubran riesgos y oportunidades que se les presenten. También corremos el riesgo de que ellos los identifiquen, y no les den importancia ni los atiendan, pues no consideren que caen dentro de su ámbito de actuación.

Tenemos que darle importancia a erradicar la estupidez funcional y a cambiar nuestros sistemas de gestión. Este es un tema trascendente que ofrezco abordar cómo hacerlo en un próximo artículo.

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