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Ahí viene una sequía a la tijuanense

Ya no hay para dónde hacernos.

Pepe  Avelar

Ya no hay para dónde hacernos. Como dicen por ahí, el destino nos está alcanzando. No hemos aprendido nada después de casi 35 años de intentar resolverlo y haber encontrado una solución parcial en los sexenios de Ernesto Ruffo y Alejandro Gonzalez Alcocer.

Recientemente la Conagua, responsable de repartir el agua en el país, ratificó que, del Río Colorado, nuestra principal fuente de abastecimiento, solo nos asignarán 70 de los 150 millones de metros cúbicos que requerimos para hacer funcionar una ciudad con casi dos millones de habitantes de Tijuana. Menos de la mitad. El problema, hay que decirlo, es que los ciudadanos no nos hemos ni enterado y mucho menos preocupado. Los tandeos, “administración del agua” dijo el Gobierno del Estado y las autoridades respectivas alguna vez, están ya siendo parte de la vida cotidiana de Tijuana ¡otra vez!

Cuando llegué a la ciudad hace 38 años era común que nos bañáramos de jicarita y tuviéramos que almacenar agua en un tinaco, un bote o una cisterna ¡como si eso resolviera el problema a largo plazo! De parte de los ciudadanos consumidores y necesitados del vital líquido nadie hacemos hacemos gran cosa. Seguimos tirando el agua al ducharnos, al lavar trastes y ropa, al limpiar casas, autos y negocios, al usar el sanitario. Como si no hubiera mañana. Como si el agua fuera a durar por siempre.

Ya de reciclaje mejor ni abordamos el tema. Lo que se va al caño ahi mismo se tira: no lo usamos ni para regar jardines privados y muchos menos públicos, con un poco de tratamiento. “Preferimos” seguir contaminando nuestra otra fuente de agua, el mar.

Ya San Quintín ¡sí, el nuevo municipio bajacaliforniano! nos puso el ejemplo con las decenas de plantas desaladoras que opera para solventar la agricultura y la vida de sus más de 100 mil residentes.

En esta parte del estado, andamos en la vil lela tanto autoridades como personas, con los pleitos sin resolver de los “negocitos” que dicen que hizo Bonilla con la planta desaladora (que ni la primera piedra llegó) hasta que nos “ahoguemos” de sed y no haya agua ni para solventar la vida empresarial en el sector industrial, tan necesitado del agua para crecer y multiplicarse.

Ya de un programa mantenimiento de la red de agua (que tanto desperdicia por fugas en tuberías añejas) mejor ni hablemos. Hay detección del problema pero no se trabaja en un programa de inversión en la reposición de las mismas o se hace de una forma muy lenta con el pasar de los años.

La única y más rápida solución es ponernos las pilas: ahorrar agua en el uso diario en casa, negocios e industrias; reciclar la que usamos para otros fines; encontrar nuevas fuentes de abastecimiento como las desaladoras (en inversión pública y privada o combinadas) y sobre todo, presionar al gobierno para invertir en el abastecimiento y saneamiento del agua.

*- El autor es empresario, turistólogo y un enamorado de su ciudad.

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