Soy un extranjero
El movimiento contra la gentrificación en México no debe caer en la tentación xenofóbica...

Soy un extranjero. Lo he sido la mayor parte de mi vida. He vivido en Estados Unidos más de cuatro décadas, y sé lo que es ser de otro país. Por eso veo con asombro y preocupación que, en la Ciudad de México, donde nací, se ataca injustamente a estadounidenses que viven o trabajan ahí. Se vale quejarse y buscar soluciones al problema de la gentrificación, pero no con violencia y xenofobia.
No podemos minimizar el asunto de la gentrificación. Es real, aumenta las rentas y los gastos de familias mexicanas, expulsa a antiguos residentes, les da ventajas infranqueables a quienes ganan dólares en lugar de pesos, crea zonas de exclusión y está cada vez más extendido. Pero no es un problema mexicano; es un problema mundial. Lo ves por igual en el barrio de Salamanca en Madrid, en Coconut Grove en Miami, en Brooklyn en Nueva York, y en Talat Noit en Bangkok. Y la ciudad de México se ha convertido en una de las ciudades favoritas para los extranjeros que trabajan remotamente. Tiene todo -hay pocas ciudades en el mundo tan completas, complejas e intensas.
Las recientes protestas contra la gentrificación en las colonias Condesa y Roma de la ciudad de México reflejan una preocupación legítima por un problema que se extiende y que pocas veces forma parte de las campañas políticas. Sin embargo, cruzan la línea cuando se destruyen comercios, se rompen vidrios, se insulta con grafiti y se vuelve una expresión de odio al extranjero.
Las pancartas que llevaban algunos de los manifestantes, más que contra los drásticos cambios en el diseño urbano de vecindarios tradicionales, eran ofensivos ataques a los extranjeros que viven ahí. Leí: “¡Gringo vete a casa!” y “Habla español o muere”. Aunque el más directo decía, simplemente, “México para los mexicanos”. Pero no debemos confundir esto con un asunto de soberanía. No lo es.
México, desde luego, es de los mexicanos y así deberá ser siempre. Pero México también tiene una larga, ilustre y generosa tradición de albergar a extranjeros; basta mencionar a los refugiados de la guerra civil española y de la guerra sucia en Sudamérica.
Muchos extranjeros han adoptado a México como su país, y siempre han sido bienvenidos. Otro ejemplo: Miles de los expulsados por las redadas de los últimos años en Estados Unidos han terminado en México. Y aunque muchos se quejan del trato que reciben por parte de las autoridades migratorias, México acaba siendo su hogar o residencia temporal, particularmente cuando huyen de la violencia, de la pobreza extrema y de las dictaduras en Cuba, Nicaragua y Venezuela.
El movimiento contra la gentrificación en México no debe caer en la tentación xenofóbica y acercarse peligrosamente a la excluyente y nacionalista frase que pronunció Stephen Miller, uno de los principales asesores de Trump, a finales del año pasado: “América para los americanos, y sólo para los americanos”, dijo Miller. Esto trae cola y huele a una nueva doctrina Monroe. Estados Unidos, por supuesto, es de los estadounidenses. Pero también es la casa de los más de 47 millones de extranjeros que vivimos ahí.
Y el terror que se está viviendo actualmente en la comunidad migrante de Estados Unidos es precisamente por esa nueva filosofía oficial que excluye a los que vienen de fuera. Cuando Miller dice que Estados Unidos es “solo para los americanos” -y el presidente Donald Trump anuncia la más grande campaña de deportaciones en la historia del país- el resultado es una gravísima persecución a los que nacieron en otros países.
En las últimas semanas me ha tocado cubrir varios casos de inmigrantes detenidos, que no aparentaban ser un peligro para la sociedad estadounidense. Vi el video de un jardinero mexicano en California, padre de tres infantes de marina de Estados Unidos, que fue golpeado en la cabeza y luego empujado dentro de un vehículo con una barra metálica; otro de un cubano que llevaba tres años en el país, y que luego de solicitar asilo fue detenido por agentes de inmigración al salir de la corte en Miami; y uno más, de un ciudadano estadounidense que fue arrestado tras filmar una redada en el estacionamiento de una tienda en que agentes federales rompieron el vidrio de una camioneta de dos inmigrantes.
Muchos pensaron que el Gobierno de Trump se iría contra verdaderos criminales. La realidad es que la mayoría de los arrestados recientemente por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos, o ICE, no tiene antecedentes penales, según un análisis de NPR.
Este es el clima de terror que están viviendo millones de extranjeros en Estados Unidos. Y México no debe imitar -ni acercarse- a esos ejemplos de xenofobia. Cuidar a los extranjeros es una tradición que enaltece a los países y que salva vidas. Y los que somos de fuera, siempre lo agradeceremos.
Somos extranjeros, no extraños.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí