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A río revuelto

De la nada, y simplemente por sus pistolas, Donald Trump anunció que iba a imponer a todos aquellos que venden mercancías a los Estados Unidos aranceles...

Ernesto  Camou

Batarete

Estas semanas hemos asistido a un espectáculo insólito en el escenario de la política mundial: Atestiguamos algo que se puede calificar como una intervención grotesca, nada diplomática y grosera, en la que el actor principal, que se califica a sí mismo como “artista de la negociación”, ha salido a la palestra mundial con propuestas unilaterales de sancionar a la mayor parte de los países, aliados o rivales, con algo que llama “tarifas”, y nosotros aranceles a las operaciones comerciales entre su economía y la de las naciones que le venden o compran bienes o servicios.

De la nada, y simplemente por sus pistolas, Donald Trump anunció que iba a imponer a todos aquellos que venden mercancías a los Estados Unidos aranceles que podrían ser del 25% hasta más del 100% en casos extremos, para compensar, afirmó, el despojo que sufre su país cada vez que adquiere mercadería, o recursos, en el mercado internacional. No ha mostrado mucha solidez en su discurso: Anunció las tarifas, y luego modificó varias veces tanto el monto, como los plazos para que entraran en vigor. Con cada alteración la Bolsa de Valores subía o bajaba: Revolvieron las aguas para que los “pescadores” -los compradores y los cómplices del Donald se forraran de ganancias.

En su delirio aseveró que su país ha estado siendo víctima, por mucho tiempo, de la mala fe de sus vecinos y marchantes que no han pagado el costo justo de la mercancía que nos vendía, o le suministrábamos. Ahora resulta que los vendedores, y aun socios, han estado explotando y desfalcando de cruel manera a la potencia del Norte, y deben resarcir lo que por años le han sustraído: Es una pueril y embustera explicación de los problemas económicos que tienen los vecinos del Norte.

En el mismo despropósito, anunció la intención de cobrar aranceles a las remesas que los migrantes mandan a sus hogares, fruto del trabajo pesado que la mayoría norteamericana prefiere evitar. Quiere cobrar un 25% a lo que nuestros paisanos mandan para el sostenimiento de sus familias, al costo de tener un padre, marido o hijo trabajando por largas temporadas lejos y en empleos poco remunerativos para las mayorías gringas, viviendo en condiciones precarias para mandar algunos billetes verdes y poder sostener el sustento casero de sus familiares.

En su embrollada versión afirma que el trabajador en realidad cobra de más a sus empleadores, y resulta justo que devuelva algo al país que lo contrató. Como acostumbra, miente y lo sabe. No acepta que, si bien el trabajo produce valor, el diferencial entre lo generado y el salario permanece en la bolsa del contratante, no de quien trabaja.

Más que ignorancia, se trata de una mentira en su añeja inclinación a torcer la verdad y moldear la realidad de acuerdo a sus intereses, en un intento deshonesto de manipularla en función de sus propios antivalores.

Su perspectiva es tosca y elemental y revela un desinterés profundo y convenenciero sobre el funcionamiento de las sociedades, sus dinámicas económicas y, sobre todo, la distribución del producto social: Cree que poseerlo, incluso arrebatarlo a una porción de esa colectividad, es justificación suficiente, ética incluso. En su torcida perspectiva sólo quien acumula varios millones de dólares es una “buena persona”, los demás son prescindibles.

Es un personaje un tanto primario, nieto de un regente de burdel en Alaska que invirtió con astucia en terrenos en Nueva York y generó una fortuna considerable que Fred, el padre de Donald, heredó y luego su nieto la usó para negocios más bien cuestionables: Al menos seis de sus propiedades, hoteles y casinos, fueron declarados en quiebra; Donald Trump los utilizó como estrategia: al ampararse en leyes de bancarrota, protegió sus activos personales, sin afectar su marca.

Ahora pretende manejar su país como una empresa personal, sólo busca proteger “su marca”, que ya está bastante descalabrada; y en ese empeño, está vulnerando a la economía mundial.

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