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Políticos a la venta

El problema es cuando los políticos reciben dinero, legal en donde se permite, ilegal donde está prohibido, de intereses que abiertamente atentan en contra de la sociedad.

Leo Zuckermann

Juegos de poder

En su seminario sobre teoría de la democracia, Giovanni Sartori argumentaba que ninguna democracia había resuelto el problema del financiamiento de las campañas electorales. Ni los países que le habían apostado a la utilización exclusiva del dinero del Estado ni los que habían optado por permitir la donación ilimitada de recursos del sector privado.

Se trataba de una falla importante de la democracia. Falla que podía poner en peligro todo el sistema porque, si los candidatos estaban a la venta, dejaban de representar los intereses del electorado para proteger los intereses de los privados que los habían financiado.

Un privado puede donar dinero a una campaña por convicción ideológica por un interés particular o ambos. Resulta difícil calificar qué se vale y qué no.

Durante mucho tiempo, por ejemplo, los sindicatos financiaron a partidos con una agenda para avanzar los intereses de la clase trabajadora. La relación era transparente para el electorado. Perfecto.

Tan perfecto como, del otro lado, el financiamiento de la clase capitalista a partidos con una agenda de menor intervencionismo del Estado en la economía. De nuevo, era transparente para el electorado.

El problema es cuando los políticos reciben dinero, legal en donde se permite, ilegal donde está prohibido, de intereses que abiertamente atentan en contra de la sociedad.

No hay mejor ejemplo que el financiamiento de campañas por parte del crimen organizado en México. Lo que buscan los delincuentes es poner en el poder a candidatos que, ya como gobernantes, los protejan y ayuden a operar y acrecentar sus negocios ilícitos.

¿De qué sirve un régimen democrático cuando en realidad mandan los elementos más anti-sociales de una comunidad?

Todo esto viene a colación por la supuesta lista del Gobierno estadounidense que conecta a políticos del partido gobernante con el financiamiento ilícito de campañas por parte de la delincuencia organizada.

En particular se menciona a Sergio Carmona, presunto criminal acusado de contrabando de hidrocarburos (huachicoleo fiscal), con nexos con los cárteles del Noreste y del Golfo, que habría financiado campañas políticas de Morena. El susodicho, que al parecer ya estaba cooperando con autoridades estadounidenses, fue asesinado en 2021 en San Pedro Garza García.

Notas periodísticas afirman que Carmona habría financiado al menos nueve campañas de gobernadores morenistas y, además, la presidencial de 2018. Estamos hablando de la venta de políticos al más alto nivel de los puestos públicos del País.

Si esto es al más alto nivel, en lo local hay muchísima más evidencia de cómo la delincuencia organizada ayuda y financia campañas de presidentes municipales en varias regiones de la República. No sorprende, por ejemplo, que haya alcaldes que abiertamente sean miembros del crimen organizado, como sucedió con José Luis Abarca en Iguala.

Morena es hoy el partido hegemónico en México. Para los criminales organizados su mejor apuesta es ponerles dinero a los candidatos morenistas que son los que tienen más probabilidad de ganar. Por tanto, ese partido tiene que ser el más cuidadoso para impedir que entre dinero de los maleantes a las campañas. Sin embargo, no parece importarles mucho este tema. Lo de ellos es ganar cada vez más poder, “haiga sido como haiga sido”, como diría el clásico.

Con toda razón, los morenistas critican a los panistas de la capital, en particular de la alcaldía Benito Juárez, de recibir dinero de los desarrolladores de vivienda. Es otro caso típico de políticos en venta. Para construir edificios se necesitan muchos permisos de la autoridad quien puede “facilitarlos” a los “amigos” que financiaron las campañas. El interés público, de nuevo, queda supeditado al interés privado por el contubernio entre políticos y empresarios mal habidos.

Esta corrupción panista es, en comparación, benigna frente a la presunta corrupción morenista. Venderse al crimen organizado que mata, secuestra y extorsiona ya son palabras mayores que afectan mucho más a la sociedad.

Y hay otro fenómeno que tiene que ver con este tema del financiamiento legal o ilegal de las campañas políticas en una democracia. Comprobado está que mucho del dinero que reciben las campañas no se usa en las elecciones. En el camino, “se pierden” recursos. Entre pellizco y pellizco de dinero que no deja huella, se van enriqueciendo los políticos que se vendieron a los intereses privados.

Eso se llama corrupción y también mina la confianza y credibilidad de las instituciones democráticas liberales.

Tan sólo véase lo que está ocurriendo con Trump en Estados Unidos, un político que abiertamente está a la venta.

Gran problema de la democracia que tan bien visualizaba Sartori.

Leo Zuckermann

X: @leozuckermann

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