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Para que la cuña apriete…

Pienso que hay un solo país que puede poner freno a los demenciales excesos del Presidente de los Estados Unidos. Ese país es Estados Unidos.

. Catón

De política y cosas peores

Aquellos esposos tuvieron una fuerte discusión, y enojados se fueron a la cama. Un sapiente consejo a los casados es no irse a dormir sin haber antes arreglado su desavenencia. (Todos los restaurantes ofrecen en su menú huevos divorciados. Una pequeña fonda en mi ciudad ofrece además “huevos reconciliados”. Es uno sobre el otro). En el silencio y la oscuridad de la alcoba el marido sintió que su mujer le ponía la mano en la entrepierna. Le preguntó: “¿Qué no estás enojada?”. Respondió la señora: “Contigo sí; con ella no”. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le prepuso de buenas a primeras a una chica en el Bar Ahúnda, sin mediar previa conversación: “¿Vamos a foll…, linda?”. Ella se indignó: “¿Es usted un degenerado?”. Inquirió Pitongo: “¿Es requisito?”. Don Darío Rubio fue un eminente paremiólogo mexicano. Permítanme un momentito, por favor. Voy a ver qué es eso de “paremiólogo”. Define el diccionario: “Persona que recoge o estudia las paremias”. Ahora voy a ver qué son las paremias. Son los refranes, proverbios, adagios y sentencias. Provechoso estudio es ése, pues el refranero de un pueblo no sólo es reflejo de su estilo y su carácter, es también compendio de sabiduría, por más que haya refranes contradictorios entre sí -“Pájaro madrugador coge el gusano mejor”; “No por mucho madrugar amanece más temprano”-, y otros que aconsejan cosas desaconsejables: “Compadre que a su comadre no le anda por las caderas no es compadre de a de veras”. Aun así los decires populares contienen verdades de peso. “Los dichos de los viejitos son evangelios chiquitos”. Hay dos que expresan el mismo pensamiento: “Para que la cuña apriete ha de ser del mismo palo” y: “Pa' los toros del Jaral los caballos de allá mesmo”. Pienso que hay un solo país que puede poner freno a los demenciales excesos del Presidente de los Estados Unidos. Ese país es Estados Unidos. Ni China ni la Unión Europea ni el mundo entero junto serían capaces de hacer entrar en razón al enloquecido sátrapa borracho de poder. Únicamente las fuerzas internas de su propia nación podrán evitar que Trump la dañe y ponga en grave riesgo no sólo la economía, sino también la paz mundial. El mensaje de China en el sentido de que está preparada para entrar en cualquier tipo de guerra con los norteamericanos no es para ser tomado a la ligera. Las guerras, igual que los pleitos de cantina y los divorcios, empiezan generalmente a palabrazos. Esperemos que ayer haya surgido un atisbo siquiera sea leve de esperanza para atenuar los efectos del desencuentro entre nuestro País y el del amarilloso barbaján. Hay ya señales incipientes de descontento contra él en su propio territorio, y tarde o temprano se percatará de que no todo el monte es orégano, si me es permitido emplear esa frase que don Darío Rubio recogió. Mientras tanto, en uso de otra expresión semejante, paciencia y barajar. Candidito, joven varón sin ciencia de la vida, casó con Pirulina, muchacha sabidora. Se dispusieron a llevar a cabo el acto connubial, pero antes él le advirtió a ella: “No esperes mucha experiencia de mi parte”. Replicó la desposada: “Y de la mía no esperes mucha inexperiencia”. Acotación al margen. En época anterior Pirulina le comentó a una amiga: “Estoy escribiendo un libro sobre sexo. Se llamará ‘Cien posiciones para hacer el amor’”. La amiga se sorprendió: “Yo nadas más conozco una”. Preguntó Pirulina: “¿Cuál?”. Respondió la otra: “La tradicional; la llamada ‘del misionero’. La mujer de espaldas en la cama y el hombre sobre ella”. “¡Ah! -exclamó Pirulina entusiasmada-. ¡‘Ciento una posiciones para hacer el amor’!”. FIN.

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