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A Sheinbaum le toca defender la joya de la corona neoliberal

Yo espero que nuestra Presidenta de verdad haya cambiado de opinión y esté absolutamente convencida de la importancia de mantener el tratado trilateral.

Leo Zuckermann

JUEGOS DE PODER

“La vida te da sorpresas, sorpresas te la vida”, dice la letra de una canción de Rubén Blades. Y, efectivamente, la vida está llena de paradojas, sobre todo para los políticos. Un día dicen una cosa, lo defienden a capa y espada, para que años después respalden lo contrario.

Durante su campaña, Sheinbaum posteó un Tuit donde presumía que “desde que era estudiante luchaba por la democracia, por la justicia social y contra el modelo neoliberal”. En la foto adjunta se veía a ella de joven, en 1991, sosteniendo un cartel con la leyenda en inglés “Fair Trade and Democracy Now!” (“¡Comercio justo y democracia ahora!” en español). La imagen había aparecido en el periódico de la Universidad de Stanford donde se encontraba Sheinbaum protestando, junto con otros estudiantes mexicanos en Estados Unidos, contra de la visita del entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari.

En aquella época, la izquierda mexicana estaba en contra de la liberalización comercial y, por tanto, de las negociaciones que se estaban llevando a cabo para firmar un tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Con toda razón calificaban lo que sería el Tlcan (Nafta en inglés) como parte esencial del proyecto neoliberal que pretendía darle un mayor espacio al mercado en la economía mexicana.

La izquierda seguía pensando que lo más pertinente era la conservación del modelo de desarrollo de sustitución de importaciones que ya se había agotado en nuestro País. Argumentaban que, de firmar México un tratado comercial con Estados Unidos, desaparecería la economía nacional ya que no podríamos competir con los productos que nos inundarían desde el vecino del Norte.

Se equivocaron, pero nunca lo reconocieron.

La liberalización comercial y el tratado trilateral de Norteamérica fue un exitazo. En las últimas tres décadas ha sido el motor principal del poco crecimiento que ha tenido la economía nacional. Hoy México es el principal exportador de mercancías a la economía más dinámica del mundo que es la de Estados Unidos.

Convenientemente, en su retórica anti-neoliberal, no incluyen esta política pública que fue la joya de la corona de las reformas orientadas hacia el mercado. Tampoco incluyen, por cierto, la autonomía del banco central. Es decir, lo que sí funcionó del neoliberalismo ya no es parte del neoliberalismo porque eso no encajaría con su retórica de los héroes (ellos) que llegaron a salvarnos de un modelo maldito.

“Cosas veredes”, diría Don Quijote de la Mancha. Hoy la Presidenta de México defiende a lo que fue la joya de la corona del neoliberalismo, es decir, la continuidad de un tratado de libre comercio con Estados Unidos. Muy diferente a lo que pensaba en 1991 cuando protestaba en Stanford. Y, del otro lado de la frontera, un presidente republicano es el que está a favor de un modelo de sustitución de importaciones en su país. Porque eso es precisamente lo que quiere Donald Trump: Imponer unilateralmente aranceles a las importaciones para hacer más atractiva la producción de mercancías en Estados Unidos.

El mundo al revés.

En lo personal, celebro que quien haya cambiado de postura sea nuestra Presidenta. Me encanta ver a la izquierda mexicana defendiendo lo que atacaban hace tres décadas.

En este sentido, se trata de una victoria cultural del neoliberalismo. Ya todos en México, independientemente de su filiación política, están a favor del libre comercio y la integración económica con Estados Unidos. Nadie, ni el Partido del Trabajo que apoya la dictadura comunista de Corea del Norte, se atreve a criticar el tratado comercial de Norteamérica.

Todos en México queremos que continúe esta política pública porque sabemos que ha beneficiado enormemente a nuestro País, tanto en términos de producción como de consumo. Por un lado, ahí está el crecimiento de inversiones y la creación de trabajos de empresas que exportan hacia el vecino del Norte. Por el otro, los consumidores nacionales ya nos acostumbramos a tener acceso a productos de importación que estaban prohibidos antes de la liberalización comercial.

Yo espero que nuestra Presidenta de verdad haya cambiado de opinión y esté absolutamente convencida de la importancia de mantener el tratado trilateral. Se va a necesitar mucha convicción de este lado para persuadir al otro de las ventajas para los tres socios comerciales. Porque, cualquier duda que presienta Trump que tiene Sheinbaum, la aprovechará a su favor.

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