La cruel y tonta idea de las deportaciones masivas
La palabra “ilegales” está apareciendo por todos lados. Y no sólo entre los que la usan para insultar, sino también entre aquellos que durante muchos años se cuidaron de no utilizarla para referirse a los inmigrantes indocumentados.
Se nota el cambio. La palabra “ilegales” está apareciendo por todos lados. Y no sólo entre los que la usan para insultar, sino también entre aquellos que durante muchos años se cuidaron de no utilizarla para referirse a los inmigrantes indocumentados. Estos son otros tiempos en Estados Unidos; estos son los tiempos de Trump.
Creo, como lo dijo el sobreviviente del holocausto, Elie Wiesel, que “ningún ser humano es ilegal”. Cuando le llamas “ilegal” a una persona, la deshumanizas, la discriminas, la atacas y la degradas. Yo no la uso. Pero esa es la palabra que Donald Trump, sus colaboradores y seguidores utilizan frecuentemente en sus discursos y conversaciones.
Durante años, candidatos y miembros del Partido Demócrata la evitaron. Pero ahora he escuchado a varios de ellos soltarla en podcasts y programas de televisión. A veces por error, otras por descuido, y en ocasiones ya por costumbre.
Las palabras casi siempre preceden a la acción. Y Trump y compañía están utilizando la palabra “ilegales” antes de lo que, han anunciado, será la campaña de deportaciones más grande en la historia del país. Pero si lo hacen, será una tragedia, con familias separadas y gravísimas violaciones a los derechos humanos.
Vamos a los números. Actualmente, hay unos 13 millones de inmigrantes indocumentados en Estados Unidos, según el estudio más completo que se ha hecho sobre las anunciadas deportaciones masivas y realizado por el American Immigration Council. Deportar a todos esos inmigrantes “separaría a cuatro millones de familias mixtas, afectando a 8.5 millones de ciudadanos estadounidenses con familiares indocumentados”.
Es fácil imaginarse el panorama. Supongamos que se trata de una familia cuyo padre y madre son de Guanajuato, México, y cruzaron ilegalmente la frontera hace una década para asentarse en Los Ángeles, California. Una vez en Estados Unidos nacieron sus dos hijos y, por lo tanto, esos niños son por ley ciudadanos estadounidenses. Los padres no han cometido ningún crimen, trabajan y pagan impuestos. Pero Trump los quiere deportar.
Si esos padres son deportados, ¿qué pasa con los niños? Esa pregunta se la hizo la periodista Cecilia Vega del programa 60 Minutes a Tom Horman, quien fue y volverá a ser el encargado de ICE, la agencia migratoria de Estados Unidos. “¿Hay manera de realizar estas deportaciones masivas sin separar a las familias?”, le preguntó Cecilia a Horman.
“Por supuesto que sí”, contestó quien será el jefe de migración en el nuevo gobierno de Trump. “Las familias pueden ser deportadas juntas”.
Trump ya tiene experiencia separando familias. Durante su primer gobierno, con su política de “Cero Tolerancia”, alrededor de cinco mil familias fueron separadas. Y muchos de esos niños todavía hoy no han sido reunidos con sus padres. Sus planes para su segundo gobierno son aún más ambiciosos y malévolos.
Además del terror y el dolor que causarían esas deportaciones masivas, el costo sería gigantesco. “Deportar a un millón de inmigrantes al año supondría un costo de 88 mil millones de dólares”, calculó el American Immigration Council. “Se necesitarían más de 10 años y la construcción de cientos o miles de nuevos centros de detención para arrestar, detener, procesar y expulsar a los 13.3 millones de inmigrantes”.
Más allá de la tragedia humana, la economía de Estados Unidos sufriría mucho. “Los sectores de la construcción y la agricultura perderían al menos a uno de cada ocho trabajadores”, concluyó el estudio, “mientras que en la hostelería aproximadamente uno de cada 14 trabajadores sería deportado por su condición de indocumentados”.
Hay que ser muy claros. La mayoría de los indocumentados no son criminales. De hecho, cometen menos crímenes y son encarcelados en menor medida que los ciudadanos estadounidenses, de acuerdo con un reporte de la Universidad de Stanford. La razón es muy sencilla: Vienen a este país a trabajar, a mejorar la vida de sus familias, y lo menos que quieren es meterse en problemas con la ley.
Y más allá de la falsa caricatura que se promovió durante la pasada campaña presidencial de que muchos inmigrantes son criminales y una carga para el país, “un millón de empresarios inmigrantes indocumentados generaron más de 27 mil millones de dólares en ingresos en el 2022″. A esto hay que sumarle los miles de millones de dólares que los indocumentados envían en remesas cada año a sus países de origen.
¿Y ya se nos olvidó que gracias a los indocumentados pudimos comer y sobrevivir durante la pandemia?
La idea de las deportaciones masivas es cruel y tonta. Causarán un daño irreparable a miles de familias y a la economía estadounidense. No se trata de expulsar a los indocumentados sino de integrarlos a este país. Sería mucho más barato y efectivo. Pero Trump y sus asesores solo se oyen a sí mismos.
El desastre se aproxima.
Jorge Ramos, periodista ganador del Emmy, director de noticias de Univision Network. Ramos, nacido en México, es autor de nueve libros, el más reciente es “A Country for All: An Immigrant Manifesto”.
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