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El discurso del odio y la venganza

El discurso del odio y la venganza es rentable y convoca a un sector mayoritario del electorado no importa si se es un candidato que se dice de izquierda o uno de derecha.

Rubén Aguilar

El discurso del odio y la venganza es rentable y convoca a un sector mayoritario del electorado no importa si se es un candidato que se dice de izquierda o uno de derecha.

En la campaña de Donald Trump, que ganó todo en la elección del 5 de noviembre, el discurso se articuló promoviendo “la venganza, el rencor, la mentira, el odio, el insulto y la confrontación” como dice José Miguel Contreras (El País, 06.11.24).

Kamala Harris apostó por un discurso de esperanza, ilusión y alegría y Trump por dirigirse al electorado que, como dice, Contreras, “se considera descontento con su vida, con lo que tiene y con las pocas expectativas que se le presentan por delante”.

A lo largo de la campaña Trump logró imponer los temas del debate público. De manera central, con odio, día tras día, habló de “la amenaza que supone la convivencia con una ola descontrolada de inmigrantes formada por delincuentes, violadores y asesinos que se comen las mascotas de los ciudadanos decentes”.

Y una vez más, como en la primera campaña que ganó, se presentó, el electorado se lo quiso creer, “como el líder capaz de redirigir la política económica con mano firme que recupere un esplendor perdido, que ha tenido en la inflación la principal muestra de fracaso”.

A lo largo de los meses de la campaña se propuso destruir la figura de Harris a través del insulto y el desprecio como mujer y candidata. Un amplio sector del electorado se identificó con ese discurso misógino y también racista.

En esta campaña, Trump obtuvo el voto mayoritario en las zonas rurales y con menor nivel educativo. El sufragio de la población blanca sobre las minorías étnicas, Harris es parte de ellas, la preferencia de los hombres mayores y el de los hombres sobre las mujeres.

El misógino candidato republicano logró despertar el machismo de amplios sectores de la sociedad de Estados Unidos, también entre los hombres latinos y afroamericanos, que se manifestaron en contra de que una mujer pudiera ser la Presidenta de su país.

Su discurso tuvo un enorme efecto en el Estados Unidos profundo, rural, blanco y evangelista. Abogó por la prohibición del aborto en todo el país, y se pronunció a favor de la reducción de impuestos a los que más tienen.

En esta campaña, Trump, como siempre lo ha hecho, convirtió los juicios que tiene en su contra, los escándalos, sus errores y exabruptos en insumos fundamentales de su propaganda política.

Sus simpatizantes, que piensan como él, le permiten todo tipo de expresiones racistas y misóginas. El machista Trump ha derrotado a las dos mujeres que han intentado ser presidentas de Estados Unidos, Hilary Clinton y Kamala Harris.

Lo que ocurrió en esta elección va mucho más allá del resultado electoral y “gana una manera de entender la vida en donde los adversarios son enemigos; la realidad una creencia; el Estado un lastre; y la vida una competición descarnada y sin contrapesos en la que el mérito no define el éxito. Gana un estilo, un modo de ser y de vivir. Una identidad”, como lo dice Antoni Gutiérrez-Rubí (El País, 06.11.24).

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