Déficits
La promesa de reducir el déficit a la mitad para 2025, llevarlo a un 3%, se antoja difícil ante el cúmulo de compromisos heredados con los que inicia esta administración que promete continuar dilapidando recursos en proyectos capricho y en la negativa a establecer bases de operación trasparentando programas de corte clientelar
Marco Tulio Cicerón combatió la dictadura de Julio César hace dos mil años mediante su oratoria y escritos. La guerra civil de Julio César y la subsecuente transformación ante su muerte, marcó el inicio del fin de la república romana. Cicerón deja lecciones vigentes aplicables a México, entre ellas la importancia de: Leyes, equilibrio entre poderes, carácter de los gobernantes, capacidad de construir consensos en base a compromisos, moderar el cobro de impuestos, que el principal objetivo de un Gobierno es que los individuos conserven lo que es de su propiedad, que la corrupción destruye las naciones, entre otras.
MÉXICO ENFRENTA GRANDES DÉFICITS
A escasos días de que se presente la iniciativa de Ley de Ingresos de la Federación para el Ejercicio Fiscal de 2025 y el correspondiente Presupuesto de Egresos podemos anticipar la intención de continuar endeudando la hacienda pública ante un déficit que en 2024 rondará sobre un alarmante y escandaloso 6%. La promesa de reducir el déficit a la mitad para 2025, llevarlo a un 3%, se antoja difícil ante el cúmulo de compromisos heredados con los que inicia esta administración que promete continuar dilapidando recursos en proyectos capricho y en la negativa a establecer bases de operación trasparentando programas de corte clientelar. El fondo monetario internacional recientemente estimaba que el déficit para 2025 será de 3.5% del PIB.
La insolencia de la pasada administración que reiteradamente afirmaba que en base a ahorros y sin endeudar estaba logrando objetivos discursivamente pervive en la narrativa de la actual administración. Se niega la frágil realidad de la hacienda pública, la cual tiende a agravarse ante la reciente modificación constitucional sobre la naturaleza de Pemex y CFE eliminando el mandato de que sean empresas productivas. Ambas reportan déficits.
Es incontrovertible que nos enfrentamos a un déficit de democracia, en las últimas dos elecciones presidenciales sólo el 63.43% y 61.05% del universo de electores ha votado resultando en ganadores que representan 33.72% y 36.48%. Una contundente mayoría de quienes votaron, propalado como un mandato incontrovertible, fincado en una minoría que votó. El desencanto con la democracia es palpable y los esfuerzos para desincentivar el voto continúan, quienes están hoy en el poder al igual que sus predecesores temen a una participación amplia.
Los partidos políticos existentes, un déficit de representatividad y credibilidad, no representan ni ideología ni posibilidad alguna de transformación, sus anquilosadas prácticas antidemocráticas parecerían ser que salen de las páginas de un libro de Mario Puzo. En las pasadas elecciones, en esa carrera hacia el fondo donde competían en presentar el mayor número de cuadros reciclados, esos eternos candidatos fallidos, que sólo garantizan lealtad ante sus mecenas y traición a sus representados. Partidos cuyas cúpulas se apropiaron de los lugares privilegiados en las listas de pase automático, para ellos y sus impresentables.
Las recientes reformas y procedimientos legislativos evidencian un déficit de legalidad, pudor, diálogo e historicismo. Quines hoy ostentan una apabullante mayoría legislativa gracias al “mandato” de 34% de los electores posibles olvidan en política las victorias no son eternas. Al igual que a otros que se creían eternos, también a ellos el poder se les acabará. Todo parece indicar que sobre esto último ya hay conciencia en el partido gobernante, sólo así se podría explicar la prisa exhibida en desmantelar las salvaguardas constitucionales que permiten que el ciudadano sea un sujeto con garantías ante un Gobierno federal cada día más poderoso y omnipresente.
Es inocultable que el déficit de representación pervive. Diputados que se asumen soldados partidistas. Gobernantes que ocupan su tiempo en reverenciar mediante desafortunados desplegados, retórica y acciones contra natura. Dirigentes de organismos intermedios y “líderes sociales” que privilegian el estar bien con el Gobierno. Ante este déficit no sorprende que nos encontramos en la antesala que un puñado de empresarios afines al régimen se pronuncien por incrementar en Sonora el impuesto sobre nómina bajo la premisa de que se requiere mayor presupuesto para seguridad, bajo su control. No existe ninguna premisa válida para que un empresario solicite un incremento de impuestos, presupuesto sí hay, sólo hay que definir prioridades alineadas con la razón de ser del Estado.
Los organismos independientes que en su diseño institucional fueron creados como contrapesos, adolecen muchos de ellos de un déficit de legitimidad al haber sido capturados por los gobiernos en turno y desafortunadamente aquellos que sí gozan de legitimidad están en proceso de disolución para no incomodar a quienes dicen gobernar para todos. Veremos si aquellos que derivan en ingresos para las inmobiliarias familiares de quien gobierna se salvan del proceso de extinción.
Los déficits que tanto daño y que en tanto riesgo ponen a México existen gracias al mayor de todos los déficits. Déficit de ciudadanía. El haber entregado o permitido que se nos arrebate la posibilidad de incidir en lo público, pensando que alguien más se va a encargar de ello, nos ha conducido hasta donde hoy nos encontramos, al borde de un precipicio donde el autoritarismo, militarismo, corrupción y desesperanza avanzan.
Es gracias a estos déficits que pueden existir esos personajes que socializan los costos y privatizan las utilidades. El camino hacia la paz, legalidad y prosperidad inicia con la acción ciudadana informada, participativa, respetuosa, inclusiva, demandante bajo un principio de legalidad.
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