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Atisbos de cambio que producen optimismo

La inseguridad es el gran problema pendiente de México. Llevamos tres sexenios -Calderón, Peña y López Obrador- quejándonos, con razón, de la violencia que azota al País.

Leo Zuckermann

Juegos de poder

La inseguridad es el gran problema pendiente de México. Llevamos tres sexenios -Calderón, Peña y López Obrador- quejándonos, con razón, de la violencia que azota al País.

A lo largo de 18 años, el problema se ha agudizado. Además del crecimiento y persistencia de delitos de alto impacto, hoy existen territorios completos del País dominados por el crimen organizado.

Los tres presidentes anteriores le apostaron a la militarización de la seguridad pública como solución. Y cuando se hace lo mismo, se obtienen los mismos resultados: Malos en tres sexenios.

Hoy creo que ya nos queda claro que la respuesta no es la militarización.

En la Estrategia Nacional de Seguridad del nuevo Gobierno de la presidenta Sheinbaum atisbo cambios más allá de la militarización. No es un rompimiento radical de lo que se venía haciendo con López Obrador, sobre todo en el tema de la Guardia Nacional controlada por la secretaría de la Defensa Nacional, pero sí tiene la intención de abatir la impunidad que es el problema de fondo que causa la inseguridad.

Para empezar, veo una estrategia que no observaba en el sexenio pasado. “Abrazos, no balazos” no era una estrategia sino un eslogan político cuya intención era salirse por las ramas. La creación de la Guardia Nacional militarizada sirvió para tener una fuerza que más bien se dedicó a tener presencia física dizque disuasiva. Digo “dizque” porque la criminalidad pronto entendió que podían seguir operando con los militares ahí presentes.

Me gusta que, ahora, se hable de toda la cadena que se requiere para castigar a los culpables de un delito, en particular los de alto impacto. En otras palabras, que no haya impunidad. Me refiero a policías, fiscalías, jueces y cárceles para conseguir la famosa “judicialización” de los casos.

Me gusta que se proponga la creación de 32 policías estatales serias y profesionales. Si algo hemos aprendido de entidades pacíficas (Yucatán, por ejemplo) o que le han dado la vuelta al tema de la inseguridad (Coahuila o Ciudad de México) es la importancia de contar con cuerpos policiacos con la inteligencia y capacidad operativa para capturar a los delincuentes. Excelente, en este sentido, la creación de una Academia Nacional de Seguridad que capacite a policías con programas de estudios homologados para todas las entidades del País.

Me gusta la propuesta de fortalecer las instituciones de inteligencia dedicadas al combate de la criminalidad, con el objetivo específico de coadyuvar en el armado de carpetas de investigación de los casos.

Me gusta que se reconozca las diferencias regionales de la inseguridad. Que no es lo mismo lo que está pasando en Guerrero de lo que está ocurriendo en Sinaloa. Que los grupos criminales son diferentes y, por tanto, hay que desarrollar estrategias focalizadas para atender realidades distintas.

Y, en este sentido, se reconozca la necesidad de intervenir prioritariamente en los estados donde se genera más violencia. Se comenzará en los 10 municipios con mayor incidencia de homicidios dolosos que se encuentran, a su vez, en los cinco estados de atención prioritaria (Guanajuato, Baja California, Chihuahua, Guerrero y Jalisco). Que también se advierta la gravedad de lo que está ocurriendo en 12 municipios de Chiapas y seis de Michoacán (llama la atención, sin embargo, que no se considere la situación crítica en Sinaloa).

En la elaboración de la Estrategia Nacional de Seguridad se percibe la mano de un Policía profesional como es Omar García Harfuch, quien entregó buenos resultados como secretario de Seguridad Pública en la Ciudad de México. La Presidenta confía en él y le ha dado el mando federal para resolver el gran problema pendiente de nuestro País.

La duda que tengo es si los militares le harán caso a García Harfuch o, como ha sido el caso en ocasiones anteriores, desdeñarán el liderazgo de un civil que no sea la Presidenta. Se lo pregunté a Eduardo Guerrero, experto en seguridad. Él está confiado que las fuerzas armadas sí atenderán la estrategia y operativos de García Harfuch porque éste intervino directamente en el nombramiento de los secretarios de la Defensa y Marina. Además, los jefes de las fuerzas armadas saben de la gran confianza que le tiene la Presidenta y no puede menospreciarse que García Harfuch conoce a los militares por ser nieto de un ex secretario de la Defensa Nacional.

Con la Estrategia Nacional de Seguridad yo sí veo la intención de hacer cosas diferentes este nuevo sexenio. Eso me genera algo de optimismo. Conque la nueva Presidenta dé buenos resultados en materia de seguridad ya vamos de gane.

Leo Zuckermann

X: @leozuckermann

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