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La guerra por venir

Inició la doctora Claudia Sheinbaum su sexenio con la estrategia, las prioridades y el tono equivocado.

Ana María Salazar


O tal vez el título de esta entrega debería ser: La insurrección sexenal. O las guerras intestinas. Diez años de ingobernabilidad. Autoritarismo para salvar a México. Democracia Rehén.

Y es que, hace cinco meses, durante la campaña presidencial, en este mismo espacio intenté hacer una predicción de los diferentes rumbos que podría tomar la seguridad en México en la siguiente década.

Ahora pido disculpas. Aunque concluía que habría un importante deterioro en la seguridad del País, mi análisis dejó a un lado consideraciones importantes.

La situación es mucho más catastrófica, más precaria, más peligrosa. Y no veo, en este momento una solución a corto, ni a mediano plazo.

La crisis durará una década. Posiblemente más.

Hace cinco meses describía un País donde, debido a la masiva y documentada participación de grupos criminales en las elecciones locales y como incrementaron estos su control territorial -en gran parte gracias a la fallida estrategia de abrazos y no balazos-esto resultaría en dificultades extremas para gobernar si la nueva Presidenta no cambiara su estrategia.

Por lo menos, el nuevo Gobierno debería de “comprometerse a empezar a retomar control del territorio, exigir que el aparato de seguridad y justicia a nivel federal y local empiecen a perseguir las organizaciones que más lastiman a la población, asegurar el libre tránsito por las carreteras, investigar y exigir juicios políticos a presidentes municipales y gobernadores que protegen organizaciones criminales y escuchar y tener más compasión por las víctimas.

Esta era mi propuesta. Ante tantas necesidades y amenazas, es fundamental que la nueva mandataria, tuviera claridad de cuales deberían de ser sus prioridades. El tiempo y los recursos simple y llanamente no alcanzan.

Aunque la nueva administración tratará de negar el legado de violencia del presidente López Obrador, y tratar de proteger la fallida estrategia de “abrazos y no balazos”.

Y aunque hay diferentes versiones y definiciones, los datos duros señalan que esta estrategia se ha traducido en el sexenio más violento en la historia del País: Récord histórico en homicidios, feminicidios, desaparecidos, más control territorial por parte de las organizaciones criminales, municipios rehenes de grupos armados, asaltos en la mayoría de las carreteras del País y una guerra frontal entre organizaciones criminales.

Y al no reconocer la situación que se vive la población en este momento, es difícil imaginarse que continuar culpando lo que hizo hace doce años Felipe Calderón y el Gobierno de México.

También hay que agregar otro factor desestabilizante que tampoco ha querido reconocer el gobierno entrante: La reforma constitucional al Poder Judicial, incluyendo la elección de jueces, sólo agregará más caos, desorden al País. Ya las organizaciones criminales controlan un porcentaje importante de los presidentes municipales y algunos gobernadores.

Con la reforma tendrán la oportunidad de controlar los jueces. Casi el paquete completo.

Y el tono no es un tema menor. Especialmente ante otros factores que no consideré en mi entrega de hace cinco meses: ¿Quién se iba a imaginar que uno de los hijos del “Chapo” Guzmán entregaría a las autoridades estadounidenses al “Mayo” Zambada y que el Gobernador del Estado de Sinaloa posiblemente jugó un papel en esta entrega. Por lo menos se sabe que trató de encubrir este hecho.

Este solo hecho, en sí, va a enrarecer aún más la seguridad del País por años. Ya que, una vez una de las organizaciones criminales, ya sea la “Chapiza” o la “Mayiza”, salga ganador de esta “guerra”, otras organizaciones ya están aprovechando el vacío para increpar y controlar no sólo el negocio, sino territorios.

Por eso es importante el tono y las prioridades. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué uno de lo últimos viajes del presidente Andrés Manuel López Obrador es a Sinaloa? ¿Cómo lo van a interpretar las organizaciones en guerra? ¿Por qué es necedad de apapachar al gobernador Rocha, que a todas luces no sólo debería de renunciar, pero debería de ser arrestado por su documentado vínculo con el crimen organizado? ¿Por qué poner en riesgo la vida de la Presidenta electa? No sólo ante la eventualidad de que ella decida acompañar a un Estado que enfrenta una guerra civil, pero que su sola presencia Sheinbaum enviaría un mensaje a todos los grupos criminales del país: Mientras más violentos, más deferencia del Gobierno.

Inició la doctora Claudia Sheinbaum su sexenio con la estrategia, las prioridades y el tono equivocado.

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