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Aspiracionista

La vida de cualquier ser viviente -lógico- comienza desde su concepción, que es lo mismo que decir que comienza desde el principio

Jesús Canale

A sus 50 años logró obtener el doctorado en neurociencias; no cualquiera, y menos aún si se debe cuidar su propio matrimonio, sus cinco hijos y trabajar como partera profesional certificada. Es una vida ejemplar que ha removido y resonado en el ambiente estudiantil, científico y familiar, por decir lo menos.

Terry Jo Bichell (foto), que hoy anda en sus sesentas y vive en Nashville, Tennesee, tuvo a su quinto hijo, Lou, a los 39 años de edad y resultó que varios meses después percibió lo que parecía una serie de “diferencias” con el desarrollo de sus otros cuatro hijos pero sin tenerse una definición de algo anormal por los médicos que lo revisaron, mas cuando quedó claro que al año de edad Lou no podía sostenerse bien sentado el pediatra decidió efectuarle pruebas con las que se estableció el diagnóstico de síndrome de Angelman que incluye alteraciones de la movilidad, del habla, convulsiones y típicamente dificultad para conciliar el sueño, trastorno que ocurre en uno de cada 16 mil nacimientos y para el cual no existe cura alguna.

Terry recibió la confirmación del diagnóstico de Lou mientras ella estaba dictando un curso de obstetricia en una escuela de San Miguel de Allende, Guanajuato. En cuanto tuvo la oportunidad se dirigió a un establecimiento que tuviese una computadora conectada a Internet, caminó 30 minutos hasta encontrarlo, y allí se enteró por vez primera de lo que es ese síndrome, resultado de una alteración genética.

Agobiada, de regreso a su país y pasado un tiempo, decidió profundizar en el estudio del tema y se inscribió en la universidad para estudiar neurociencias motivada por el deseo imperioso de aportar algo para la curación de su hijo.

Más delante vio que sus estudios universitarios no serían suficientes para su propósito por lo que, a sus 49 años decidió continuar estudiando e investigando para obtener el doctorado en neurociencias lo cual logró muy satisfactoriamente, por cierto con recinto lleno y aplausos con público de pie durante su defensa final de tesis doctoral.

Terry Jo ha logrado avanzar en la investigación sobre la enfermedad de su hijo, ha dirigido un laboratorio con asociados y creó una iniciativa formal para el estudio de trastornos neurológicos congénitos. Sus cuatro hijos mayores ya salieron del hogar a hacer sus propias vidas y las habitaciones ahora son ocupadas por músicos de la ciudad que, como paga por el hospedaje, ayudan en la casa. Es una historia edificante de una mujer que no escogió su vida actual y que, por su ánimo aspiracionista en el sentido positivo del término, ha logrado lo que nunca se imaginó, además sin reclamarle nada a la vida ni al destino ni a la suerte.

Es la biografía de una mujer común, sencilla, con dos profesiones, un doctorado, cinco hijos, uno de ellos con desventajas neurológicas y que además asiste en su hogar a varios miembros ajenos a la familia y, por si fuera poco, cuida un caballo, un burro, gallinas y abejas. ¡Órale!

SCJN

La Suprema Corte de Justicia de la Nación, en medio de un asunto más bien de orden educativo y escolar concerniente al Estado de Nuevo León, ha declarado que referirse al inicio de la vida desde la concepción es un “acto de adoctrinamiento religioso”(El Imparcial, 23 de agosto de 2024, página 2). No sé cómo ni de dónde se llegó a esa conclusión por los ministros. La vida de cualquier ser viviente -lógico- comienza desde su concepción, que es lo mismo que decir que comienza desde el principio o que comienza desde que comienza: Está clarísimo.

Un embrión, humano o no humano, que no tiene vida no crece, no se desarrolla, para hacerlo ¡necesita estar vivo! Y si no es humano desde su principio ¿entonces qué es?

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