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Un millón de deportados

¿Cómo deportas a un millón de personas? Por la fuerza, con mucha dificultad, separando familias y causando una terrible conmoción en la comunidad latina de Estados Unidos.

Jorge  Ramos

¿Cómo deportas a un millón de personas? Por la fuerza, con mucha dificultad, separando familias y causando una terrible conmoción en la comunidad latina de Estados Unidos.

Pero, aparentemente, ese es el plan si Donald Trump recupera la presidencia, según dijo el candidato a la vicepresidencia por el Partido Republicano, J.D. Vance, en una reciente entrevista con ABC News. 1 “Empiezas con lo que se pueda lograr”, dijo Vance. “Es interesante que la gente se pregunta ¿cómo deportas a 18 millones de personas? Vamos a empezar con un millón.”

Y Trump está de acuerdo con este plan. Pedro Rojas, el corresponsal de Univision en la Casa Blanca, le preguntó esta semana a Trump si actuaría inmediatamente con este plan de deportar a un millón de personas, si gana la Casa Blanca, y su respuesta fue inequívoca: “Tan pronto como lleguemos (a la presidencia).”

No es la primera vez en que Trump promete algo parecido. El mismo día que Trump me sacó con un guardaespaldas de una conferencia de prensa el 26 de agosto del 2015, pude regresar para hacerle varias preguntas. Entre ellas esta: “¿Cómo va a deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados? ¿En autobuses? ¿Va a usar al ejército?”

Y esto contestó Trump: “Déjame decirte, lo vamos a hacer de una manera muy humana. Créeme, tengo un corazón más grande que el tuyo. Lo primero que vamos a hacer es empezar inmediatamente con los pandilleros y los que son muy malos… Esa gente se va afuera. Se van a ir tan rápido que tu cabeza va a dar vueltas.”

A pesar de la palabrería, Trump no contestó mi pregunta. Y se la volví a hacer. “¿Cómo va a deportar a once millones?” Y contestó: “¿Sabes cómo se llama? Administrar.” La palabra que usó en inglés es management. En realidad lo que me quería decir es que su manera de gobernar permitiría la deportación de millones.

No fue así.

Datos oficiales indican que durante los cuatro años de la presidencia de Trump se deportaron a 936 mil indocumentados, según publicó el diario The New Cork Times. Y muchas familias fueron separadas. Pero el número de deportaciones nunca se acercó a los once millones, como había prometido Trump.

Aun así, tratar de deportar a un millón de personas “tan pronto” empezara una segunda presidencia de Trump sería una tragedia humana y un gigantesco reto logístico y diplomático. Requeriría billones de dólares, la contratación de miles de jueces, personal y agentes, de aviones y autobuses, el uso del ejército o la guardia nacional, y una operación militar. Además, debería contar con el apoyo de México y de los países a donde esos inmigrantes fueran deportados. Y por ahora, por ejemplo, sería impensable que la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela aceptara el regreso forzado de miles o millones de sus exiliados.

No hay que imaginarse el horror de ver a miles de familias separados y a niños estadounidenses sin sus padres indocumentados. Eso ya ocurrió en Estados Unidos con la llamada Operación Wetback. En el verano de 1954 el presidente Dwight Eisenhower ordenó e implementó la deportación de más de un millón de indocumentados, en su mayoría mexicanos.

“Durante la Operación Wetback, decenas de miles de inmigrantes fueron metidos en autobuses, barcos y aviones, y enviados a partes de México que no conocían,” describe el sitio History.com, indicando que muchos murieron de calor o enfermedades mientras estaban en custodia de Estados Unidos. “En Chicago salían tres vuelos a la semana llenos de inmigrantes con destino a México”. Se utilizaron tácticas militares para detener a los inmigrantes en ese año y nunca ha quedado claro cuántos ciudadanos estadounidenses fueron también deportados por error.

La Operación Wetback, hace 70 años, ha sido la mayor campaña de deportación que ha vivido Estados Unidos. Pero Trump quiere superarla. Él ha prometido “la más grande operación de deportación en la historia de nuestro país,” si regresa a la Casa Blanca.

El problema es que Trump ha escogido al rival equivocado. Los inmigrantes que hay en Estados Unidos no son enemigos de este país. Al contrario, lo han escogido por la admiración y esperanza que les provoca. Desde luego, nadie quiere que criminales entren a su casa. Pero no hay ninguna evidencia de que países estén sacando a criminales de sus cárceles y a enfermos mentales para enviarlos masivamente a Estados Unidos, como ha dicho Trump. Además, estudio tras estudio comprueba que los inmigrantes pagan impuestos, crean trabajos, cometen menos crímenes que los ciudadanos estadounidenses y son menos propensos a ser encarcelados.

Atacar a inmigrantes se ha convertido en una moda en muchos países con el propósito de obtener votos y ventajas electorales. Pero las consecuencias son terribles. Ofrecer a los votantes la deportación de un millón de inmigrantes es una promesa de violencia, destrucción de familias e inyección de miedo en las comunidades latinas.

Mucho más fácil -y barato que deportar a un millón de personas es un programa efectivo y rápido para legalizarlas. Pero ¿quién está escuchando?

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