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“Deepfake”, mentiras perfectas

Con el surgimiento de la manipulación a través de la tecnología de la información (“TI”) las “fake news” son ya costumbre bien arraigada especialmente en la propaganda comercial, en política y otros entornos.

Jesús Canale

¿Miente usted alguna vez? Casi todos mentimos pero esto no significa que la mentira sea buena, ni siquiera neutra. Expresar algo contrario a lo que se sabe o se piensa -que eso es precisamente la mentira- no sólo se logra a través de la palabra hablada o escrita; por ejemplo, simular o fingir son también formas de mentir.

La palabra “fake”, del inglés, que significa falso, frecuentemente se utiliza para indicar que algo que se ha expresado es mentira; así, con la masificación de las redes sociales la expresión en inglés “fake news” significa “noticias falsas”, aquello que se ha dicho mediáticamente con la intención de engañar al público.

Pues bien, con el surgimiento de la manipulación a través de la tecnología de la información (“TI”) las “fake news” son ya costumbre bien arraigada especialmente en la propaganda comercial, en política y otros entornos.

Un concepto reciente en la información tecnologizada es el de “deep learning” o “aprendizaje profundo” que se refiere a una modalidad de aprendizaje automatizado a base de redes neuronales de varios niveles -como las que interactúan en nuestro cerebro- y que se valen de datos “metidos” en la memoria artificial de un dispositivo para que a partir de estos se logre aprender, analizar, deducir, tomar decisiones, hacer predicciones, etcétera, de manera similar como lo hace nuestro cerebro. La unión de los conceptos “deep” (profundo) y fake (“falso”) resulta en la idea “deepfake” que, en el lenguaje de la TI se refiere a un material, concretamente un video, una imagen quieta o un audio artificialmente generados para imitar la apariencia, la voz o los gestos de una persona y que pueden ser tan convincentes que resulta muy difícil, y a veces prácticamente imposible, darse cuenta de que lo visto y escuchado no proviene de la persona que allí aparece. Recordemos aquel video de Youtube de hace pocos años en el que aparece un Barak Obama falsificado pero idéntico en su físico, movimientos y gestos faciales al verdadero Obama con la diferencia de que lo que estaba diciendo era algo que él no habría nunca dicho y además con la voz de otra celebridad, Jordan Peele, un comediante norteamericano.

Recientemente a Taylor Swift, la exitosa cantautora norteamericana del momento, le hicieron un video “deepfake” porno y muchísimas personas dieron por hecho que realmente era ella. Bueno, pues imaginemos lo que puede hacerse con cualquier persona, ya sea una prestigiada académica, un líder moral, una esmerada madre de familia, un gobernante o quien sea, que aparece en un video en redes sociales o en cientos o miles de correos electrónicos personales diciendo cosas impropias que realmente nunca diría en público acompañándose de sujetos impresentables, quizás protagonizando escenas increíbles para él o ella e incluso sacando dinero fraudulentamente.

El siguiente caso es icónico: Kgomotso Mathabe, prestigiada uróloga sudafricana y reconocida académica de la Universidad de Pretoria, apareció en un video visto por millones de personas en redes sociales promocionando un producto para la disfunción eréctil diciendo que era de eficacia muy superior a cualquier producto previo y que se adquiría sin receta con un simple pago electrónico, solamente informando sus datos bancarios exclusivos de una tarjeta de crédito.

Resultó que cayeron miles en el engaño y el teléfono de la doctora no dejó de sonar durante días reclamándole el producto. Lógicamente, quien aparecía en las imágenes no era ella sino una producción idéntica a ella generada al estilo “deepfake”; las cuentas de muchas personas fueron vaciadas en lo que resultó ser un fraude masivo perfecto. En un día, incluso en unas cuantas horas, “deepfake” es capaz de impresionar, engañar o estafar al gran público y los pillos pueden estar operando lejos, a miles de kilómetros, sin dejar rastro que seguir para encontrarlos. Las posibilidades de “deepfake” para mentir y engañar, desde la broma hasta revertir a última hora la predilección de una mayoría de electores de todo un País, dejará atrás la mentira tradicional y, lo peor, sembrará más desconfianza recíproca entre todos. Por lo visto el demonio, que es el “padre de la mentira”, no se toma vacaciones, estudió computación en el verano y la pasó con 10.

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