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Un pueblo del viejo oeste

Si alguien piensa que Mexicali es hoy una ciudad violenta o que los mexicalenses ya no se comportan tan bien como antes, voy a intentar quitarles ese velo de los ojos: el pasado de nuestra ciudad es todo menos pacífico.

Gabriel  Trujillo

Si alguien piensa que Mexicali es hoy una ciudad violenta o que los mexicalenses ya no se comportan tan bien como antes, voy a intentar quitarles ese velo de los ojos: el pasado de nuestra ciudad es todo menos pacífico. Aunque había menos habitantes, los delitos de toda clase se daban en las calles de Mexicali como en los campos de cultivo de su valle. Aquí sólo expondré uno de ellos para que vean cómo se las traían los cachanillas hacia 1939. Ubiquémonos en la colonia Nueva, que era entonces sitio de edificios de gobierno, escuelas y casas particulares con hermosos jardines y una vida dizque tranquila y hacendosa. Filemón Ramírez Mondragón, empleado del Ministerio Público de Mexicali, quien contaría su versión de los hechos un cuarto de siglo más tarde (Letras de Baja California, 1967), donde recordaba que alrededor de las dos de la tarde, el periodista José S. Castillo se había presentado en el despacho del licenciado Mariano Vázquez López y que ambos se habían dirigido al oriente de la ciudad, hacia el campo de aviación, donde se enfrentaron a tiros:

Habrían transcurrido unos treinta y cinco minutos cuando oímos sonar el timbre del teléfono de la Agencia del Ministerio Público. Un tanto nervioso tomé el auricular y pregunté:

–Agencia del Ministerio Público, ¿Quién habla?

Al otro lado de la línea, una voz en tono sereno dijo:

–Habla José S. Castillo, me encuentro en la dirección del hospital Mexicali a disposición de la autoridad; acabo de conducir aquí al señor licenciado Vázquez López, quien se encuentra herido. ¡Aquí los espero!

No podíamos dejar de reconocer el rasgo del director de El Regional, al acudir en ayuda de su adversario, demostrando su caballerosidad al conducirlo en su propio coche al hospital, de donde personalmente, como ya digo antes, telefoneó a la Agencia del Ministerio Público, poniéndose a disposición de la autoridad para que se le juzgara por lo que había hecho.

Según Filemón Ramírez, “Los médicos de guardia hacían los preparativos para practicar una urgente operación quirúrgijurado, al joven fiscal. Horas más tarde, la operación había concluido, asegurándose un resultado satisfactorio, dentro de la gravedad del herido. Desgraciadamente, dos días después se presentó una complicación que culminó con la muerte del licenciado Vázquez López, dejándonos el grato recuerdo de su espíritu justiciero y de su caballerosidad”. Pero quedaron muchas dudas, que fueron presentadas por los diversos periódicos de la región, y la opinión pública estaba del lado del difunto, como lo daba a conocer el Chronicle del 11 de octubre de 1939, donde se decía que habría manifestaciones de protesta por “las organizaciones laborales territoriales contra lo que calificaron como prensa venal y capitalista esta noche. Las manifestaciones se llevarán a cabo conjuntamente entre la Confederación de Trabajadores Mexicanos, la Confederación Regional del Obrero Mundial y la Confederación Agrarista”, que denunciaron a Castillo como un criminal. Para el 16 de octubre, ya fallecido Mariano Vázquez, el Chronicle avisaba que el proceso judicial contra el periodista Castillo debería esperar a que las aguas se sosegaran en la capital del Territorio Norte: “Cualquier proceso legal que se emprenda contra José S. Castillo, editor de El Regional, en Mexicali, que disparó y mató a Lic. Mariano Vásquez López, fiscal local, en un duelo a tiros el lunes pasado, se retrasará para permitir que el sentimiento popular se calme”. Mientras Castillo permanecía custodiado en el hospital de Mexicali, el funeral de su víctima se celebró en el palacio de gobierno: Y en el cementerio varios políticos del gobierno de Rodolfo Sánchez Taboada “exaltaron al difunto fiscal. Y allí la Srta. Elvira Lastra, con quien Vásquez López había estado comprometido, habló brevemente, prometiendo lealtad eterna a su difunto prometido”.

Para el 19 de octubre de 1939 se informaba que Castillo había sido llevado a la cárcel de Mexicali por el duelo a muerte donde muriera el fiscal y que todo el asunto era consecuencia “de una enemistad política agravada por las acusaciones publicadas en el periódico de Castillo de que Vásquez L. había saqueado la hacienda de Abraham García”. El 30 de agosto de 1940 se anunció una sentencia de cinco años y medio de prisión. Pero el 30 de diciembre de 1940 fue liberado, según el Chronicle, porque “Castillo alegó defensa propia y el Tribunal Supremo de México le dio la razón al anular las conclusiones del tribunal local de primera instancia”. Así era la vida estilo viejo oeste en el Mexicali de 1939.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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