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Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Dir. Alfonso Cuarón

Desde hace un par de años, J.K. Rowling, creadora de Harry Potter, se ha convertido en persona no grata por sus ignorantes y retrógrados puntos de vista.

Manuel  Ríos Sarabia

Desde hace un par de años, J.K. Rowling, creadora de Harry Potter, se ha convertido en persona no grata por sus ignorantes y retrógrados puntos de vista. Tampoco es como si hubiese sido una gran escritora, mucho se ha criticado su prosa deficiente y su narrativa reciclada, demasiado similar a la mitología de Tolkien, pero venida a menos. Digamos que su mérito está en haber puesto a leer a millones de niños, que ojalá, eventualmente hayan continuado con lecturas más estimulantes y enriquecedoras.

Las adaptaciones al cine, de su saga sobre el niño mago y la escuela que lo educa en el menester, tampoco son grandes obras cinematográficas, sin embargo, una de ellas sobresale. Este año Harry Potter y el prisionero de Azkaban cumple veinte años, para celebrar, ha vuelto a las salas, junto con los dos primeros episodios de la serie.

La tercera parte se distingue de las demás por dos elementos importantes, el primero por ser dirigida por el mexicano Alfonso Cuarón, el segundo por tratarse del momento en que los niños protagonistas se encuentran en el preciso momento en que dejan de ser niños y comienzan a entrar a la adolescencia.

El productor de la serie de Potter, David Heyman ofreció a Cuarón la dirección de Azkaban, después de ver Y tu mamá también, por su brillante representación de la última etapa de la adolescencia. Cuarón dudo en aceptar la propuesta y su gran amigo Guillermo del Toro lo convenció después de, famosamente, llamarlo “pendejo arrogante”.

En manos de Cuarón, Azkaban se convierte quizá en la mejor película de Harry, su elección visual transforma el mundo de Potter. La fotografía de Michael Seresin acentúa los temas más lúgubres que se manejan, además de capturar a la perfección la iluminación del Reino Unido, sus cielos grises, atardeceres sombríos y noches húmedas

A pesar de trabajar sobre las bases de Rowling y sus personajes plagiados de Tolkien, Cuarón, captura la etapa torpe de la adolescencia, evidenciada en varias secuencias que pretenden ser cómicas y resultan vergonzosamente infantiles.

El proceso de dirigir Potter fue inmensamente importante para la evolución del estilo de Cuarón, debido a que, gracias a los recursos ilimitados a su disposición, por primera vez pudo dar rienda suelta a los movimientos de cámara y el uso de efectos especiales. Y así como Rowling imita a Tolkien, Cuarón hace su mejor esfuerzo por crear secuencias dinámicas, al estilo de Peter Jackson, sin lograrlo del todo, pero ampliando extensamente su repertorio visual.

Esta educación/experimentación brindaría frutos en sus futuras cintas, las innovadoras Niños del Hombre (2006) y Gravity (2013), por la cual recibió el Oscar como mejor director y editor.

La trama de Azkaban gira en torno al titular prisionero, Sirius Black (Gary Oldman) y su papel en la muerte de los padres de Harry Potter. Esta temática más lóbrega empata perfectamente con el nuevo registro estético implementado por Cuarón y Seresin. Uno de los elementos narrativos más interesantes en la trama es el recurso de retroceder mágicamente en el tiempo, utilizado por Hermione (Emma Watson) y Harry, el cual genera una narrativa que recuerda elementos característicos de Volver al Futuro Parte II (1989), como el momento en que Harry es ayudado por él mismo, desplazado en el tiempo.

Gracias a una perspectiva distinta, Cuarón dio un giro a la estética e interpretación del universo de Hogwarts, la cual influenció al resto de la saga, y a pesar de ser el mejor episodio, fue paradójicamente, el que menos recaudó en su momento.

Excelente oportunidad de revisitar Hogwarts en pantalla grande.

¡Expecto Patronum!

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