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Vi la TV brillar (I Saw the TV Glow) Dir. Jane Schoenbrun

La memoria de tiempos pasados siempre es mucho mejor a lo que en realidad fue.

Manuel  Ríos Sarabia

La memoria de tiempos pasados siempre es mucho mejor a lo que en realidad fue. La nostalgia es una droga, un potente y peligroso analgésico, para poder enfrentar la insoportable existencia, con la capacidad de aniquilar el futuro por completo.

En su segundo largometraje, Jane Schoenbrun continúa con su análisis del individuo viéndose a sí mismo en el reflejo de las pantallas. En este caso, un par de personajes que existen vicariamente a través de lo que sucede en las imágenes del televisor, proyectando una vida interior maravillosa, pero que corre el peligro de asfixiarse en la búsqueda de la salida hacia el mundo real.

En 1996, Owen (Ian Foreman / Justice Smith) es un adolescente aún pleno de inocencia infantil, que no ha encontrado su sitio. Un fortuito encuentro con la taciturna Maddy (Brigette Lundy-Paine) lo lleva a descubrir un mundo en el que se puede desvanecer, olvidándose de sí mismo por un momento. The Pink Opaque es un cautivamente programa de televisión para adolescentes que sirve como analogía de Buffy, Twin Peaks y Goosebumps, generando una especie de memoria mística, mucho mejor que la realidad, que sólo existe en el recuerdo. Después de compartir un episodio, Maddy le comenta a Owen - “Algunas veces, The Pink Opaque se siente más real que la vida misma”.

El universo onírico que crea Schoenbrun retrata el poderoso vínculo que se forma, gracias a la fascinación por el programa, entre dos almas gemelas que se encuentran, e inician a caminar hacia lo desconocido, en busca de su verdad. Saltando en el tiempo, la relación entre Owen y Maddy es en realidad tenue, lo único que los mantiene unidos es el camino que les muestra su programa favorito, y que Maddy le presenta a Owen como si se tratara de migas de pan para que este pueda seguirle el paso sin perderse en la obscuridad.

Los personajes del programa se entremezclan con la realidad y la intromisión va más allá de la historia misma, cuando señas musicales (Smashing Pumpkins y Broken Social Scene reinterpretados) y visuales también activan los recuerdos del espectador. Según Maddy, el villano principal, Mr. Melancholy, es una representación de algo real, lo que los rodea, la sociedad, la familia, “todos trabajan para él, no puedes confiar en nadie”.

Schoenbrun logra ponerse el traje de ficción para contar una historia sumamente personal, asumiéndose en ambos personajes, para presentar las dos partes que conforman una experiencia única. El peligro de la nostalgia infantil, cuando se convierte en una prisión que no permite el desarrollo del individuo, aunado al “cariño” familiar y el camino de la normalidad (Owen), y, simultáneamente, el rompimiento con todo aquello que inhibe la esencia del individuo, para lograr sobrevivir (Maddy). En esta travesía, repentinamente, los años pasan como segundos, “como saltar capítulos en un DVD”, se puede olvidar quien se es y cuan bello y poderoso, como ser enterrado vivo bajo el peso de kilos de tierra. Paradójicamente, morir, para después, escarbando con uñas y dientes, resurgir de la tumba, es la única forma posible de sobrevivir.

A través de esta poderosa metáfora tan íntimamente personal, Schoenbrun, hace uso de la lógica emocional, para transmitir un mensaje universal, acerca de la experiencia de observar algo hermoso en la infancia, y del poder de la memoria para crear algo mucho más importante a partir de ello, que se puede convertir, tanto en una terrible prisión personal, como en el más formidable mapa para escapar.

“Aún hay tiempo.”

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