Denise Dresser

El prestigiado jurista argentino Roberto Gargarella tiene razón. La reforma judicial en México es dolorosa, surreal y decadente.

Claudia Sheinbaum finalmente asumió la Presidencia y empezó a imponer su sello. Más atención a las mujeres, menos obsesión con las mañaneras.

Las acciones, las omisiones y las posturas que ha asumido Claudia Sheinbaum deberían ser motivo de consternación, no de algarabía.

Yo soy de las que creyó en ti con ambivalencia y me equivoqué.

La reforma judicial es el último clavo en el ataúd de la democracia mexicana.

Presenciar las últimas semanas del Gobierno lopezobradorista es como leer aquella antigua sección de “Aviso Oportuno”.

Nelson Mandela acuñó una frase sabia que debería ser memorizada por el oficialismo y los oficialistas: “El resentimiento es como beber veneno y después esperar que mate a tus enemigos”.

¿Te acomodarás al nuevo régimen que se erige ante nuestros ojos, arrasando con todo lo que encuentra a su paso, para crear una hegemonía inédita?

“Para salvarse, tres magistrados del Tribunal Electoral federal optaron por colocar una correa alrededor de su propio cuello y permitir que los domestique el partido en el poder”.

La política mexicana es como un largo y sinuoso sendero lleno de cáscaras de plátano. Casi todos los que caminan por él en algún momento resbalan y caen.

Adiós a los órganos autónomos. Adiós a las tareas que llevaban a cabo, muchas desapercibidas, muchas incompletas pero fundamentales para ti, ciudadano o ciudadana.

AMLO quiere dejar todo armado para que su partido pueda aprobar el Plan C sin obstáculos y ello requiere mayoría calificada en el Poder Legislativo.

La carta abierta de López Obrador sobre Ayotzinapa lo pinta de cuerpo entero y como lo que es.

El nuevo Gobierno de Claudia Sheinbaum parece estar dispuesto a nacer herido.

Ojalá los nuevos siervos y siervas tuvieran la honestidad de mirarse en el espejo. Se parecen tanto a quienes aspiran a reemplazar.