Una amenaza sorda
Septentrión
En 1927 arribó a Ceilán, su carrera diplomática comenzaba y el asombro lo conquistó, aquel era un país “sonoro y luminoso” como lo describió aquel joven viajero, Isla cercana a la India y protagonista de una historia peculiar, Pablo Neruda iniciaba su carrera diplomática.
Ceilán se independiza en 1948 y cambia su nombre a Sri Lanka, atrapada por la ambición colonialista fue portuguesa y de Países Bajos, al final la Corona inglesa se impone, esta experiencia será el fundamento de un nacionalismo fervoroso.
Transita por conflictos interétnicos que convergen en una guerra civil, llegan años de alternancia que oscilan entre el nacionalismo y el liberalismo, en las elecciones de 2019 la Alianza por la Libertad del Pueblo de Sri Lanka obtiene en el parlamento una mayoría abrumadora, esta expresión política se estrena con nacionalizaciones que se justifican con un fogoso discurso patriótico, el pasado colonial es un fardo histórico que marca los humores nacionales.
El país experimenta cambios profundos, su ubicación geográfica lo hace un enclave estratégico para el comercio y las rutas marítimas, a pesar de los conflictos e inestabilidad entre tamiles y cingaleses, Sri Lanka logra la autosuficiencia en arroz y otros productos básicos.
En 2021 el primer ministro Gotabaya Rajaptska, haciendo uso de su aplastante mayoría, decreta una nueva política: “La Visión de la Prosperidad”, esta consistía en convertir toda la agricultura a prácticas orgánicas, dejar de importar fertilizantes, pesticidas y agroquímicos para hacer de esta actividad una práctica ecológica y sustentable.
El delirante mandatario y su mayoría deciden erradicar la dependencia extranjera con una medida irracional, acabar con la agricultura intensiva y en palabras del régimen: Conquistar el “bienestar y la sustentabilidad”, la palabra bienestar en los gobiernos populistas invariablemente se traduce en calamidades.
Al desatino lo precedió un enloquecido gasto gubernamental, nacionalizaciones, subsidios, derroche del erario estimulado por nepotismo y corrupción, todo este arrebato terminó arrasando las endebles finanzas de la isla.
Al inicio la propuesta fue atrayente, establecía que el pueblo tenía “derecho a una dieta no tóxica” así como el retorno de prácticas agrícolas ancestrales, una pretensión con muchos adeptos, hay infinidad de convencidos pensando que la modernidad es detestable; la ensoñación de lograr la patria orgánica, justa y abundante ha calado hondo.
La realidad no conoce de ideologías, la isla posee un clima tropical proclive a plagas, aunado a lo precipitado de la medida, provocó un derrumbe escandaloso en la producción de alimentos básicos. La hambruna azotó a la isla y el primer ministro terminó defenestrado por turbas furiosas que invadieron la sede presidencial mientras él huía despavorido al extranjero.
Cuando las protestas se disiparon la irremediable verdad se asomó, Sri Lanka agotó sus divisas, la administración no podía comprar e importar agroquímicos, la absurda medida no fue más que el epílogo de un populismo abusivo que intentó perpetuarse en el poder abusando del gasto y el derroche.
En México se están experimentando políticas similares, se habla de prohibir el maíz transgénico con el pretexto de cuidar las variedades nativas. No faltan apologistas de ideologías trasnochadas que apoyan la medida y aspiran a regresar a la milpa casera, con el objetivo de exterminar el colonialismo agrícola. Otra alucinación de este régimen.
Pablo Neruda quedó marcado por la isla, al regresar a su país en 1932 escribió a su amigo Héctor Eandi: “Hay algo excitante en vivir en un país que se derrumba (Chile), con olor a catástrofe en medio de la primavera, y una amenaza sorda, fatal, un tambaleo agónico en la vida ambiente”. Las palabras del poeta 92 años después, describen al México actual.
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