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¿Cómo quieres vivir?

¿Cómo queremos que nos encuentre la muerte? ¿Esperando? ¿O intentando?

Juan Tonelli

Historias demasiado humanas

En la tragedia de los Andes hay muchos momentos extremos. Por no decir que es toda una experiencia extrema, de esas que sólo a poquísimos les puede tocar experimentar en una vida.

Sin embargo me quiero detener en un momento que para mí es el más crucial, y no tiene que ver con el impacto del avión con las montañas, ni con el hecho que se abandonara la búsqueda y los dieran por muertos, ni porque tuvieran que alimentarse de los cadáveres de sus compañeros, ni por la avalancha posterior que mató a más sobrevivientes.

Cuando llevan dos meses abandonados a cuatro mil metros de altura, sin alimentos, sin abrigos, sin nada, toman la decisión de enviar a los dos que estaban en mejores condiciones a escalar una montaña desde la cual podrían divisar Chile para luego descender y pedir ayuda.

Les dan la mejor ropa que tienen, la poca carne humana que quedaba para que se alimentaran, y la expedición comienza.

Después de un esfuerzo descomunal hacen cumbre. Pero lo que observan desde ahí no son verdes praderas, ni mucho menos alguna casa con una chimenea humeante en la que pedir ayuda. Sólo ven montañas nevadas que se pierden en el horizonte. El cordón montañoso sigue hasta donde pueden ver.

Tenían indicaciones erróneas. Antes de morir, el piloto había susurrado que se encontraban en un lugar cercano a Chile, cuando en realidad era todo lo contrario. Caminaron en la dirección equivocada, sin saberlo.

Se dan cuenta que están muertos. No hay ninguna posibilidad de atravesar esas montañas, y mucho menos aún, sin equipamiento ni alimentos, después de dos meses de estar sobreviviendo.

Se sientan sobre una roca, desahuciados y perplejos ante la inmensidad de la naturaleza y quizá, de la vida y de su propia muerte.

Después de un largo silencio en el que lo único que se escucha es el viento, uno dice:

-”Lo único que podemos elegir es cómo morir”.

Su compañero, sin entender bien, le pregunta:

-”¿A qué te refieres?”.

-”A que lo único que podemos decidir es si vamos a morir esperando, con nuestros compañeros, o si preferimos morir caminando”.

Se produce otro largo silencio.

El destinatario de aquellas palabras piensa en la verdad que acaba de enunciar su compañero.

El dilema se reduce a esas opciones. A esas dos malditas opciones. Pueden volver a los restos del avión, ampararse de la intemperie en el fuselaje, encontrarse con sus compañeros que todavía están vivos, y esperar. ¿Esperar qué? Una muerte casi segura, porque hace dos meses que las autoridades suspendieron toda búsqueda al darlos por muertos.

La otra opción es ponerse en marcha. Caminar, sabiendo que no tienen el equipamiento ni la comida necesarias para atravesar todo ese cordón montañoso. De hacerlo, ¿morirán en un precipicio? ¿Congelados durante una noche en la que no tienen ni bolsa de dormir, mucho menos una carpa? ¿De hambre? ¿Deshidratados? Las formas de morir son infinitas.

Piensa en el aspecto positivo de volver a los restos del avión. Encontrarse con los amigos, compartir los últimos momentos de vida, tener una profunda intimidad emocional juntos hasta el final.

Pero él sabe que ahí no hay oportunidades de sobrevivir.

Se pone de pie, respira hondo, y dice:

-”Yo quiero morir caminando”.

Eso hicieron. Y fue lo que finalmente les salvó la vida.

La pregunta de cómo queremos morir -si en nuestra zona de confort, o si corriendo el riesgo de hacer algo- nos interpela. Y la podemos reformular.

¿Cómo queremos que nos encuentre la muerte? ¿Esperando? ¿O intentando?

Y tú, ¿cómo quieres vivir?

Juan Tonelli

Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.

https://linktr.ee/juan.tonelli

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