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Las mayorías peligrosas

John F. Kennedy rememoró lo riesgoso de las mayorías alucinadas e intolerantes, que para algunos es más importante la dignidad que la conveniencia y en democracia el futuro es más que un tiempo presente.

Joaquín  Robles Linares N

Nació en el seno de una familia numerosa orgullosa de su origen irlandés y en la cual se burlaban de su debilidad, Robert relata que entre risas bromeaban que si un mosquito le picaba, seguramente ese insecto caería muerto al instante contagiado de su fragilidad.

John F. Kennedy (1917-1963) contra todo pronóstico familiar, conquistaría la Presidencia después ser representante y senador por Massachusetts, es en esta posición donde se empezaron a revelar sus capacidades, la luz de la notoriedad lo comienza a iluminar hasta que la intentaran apagar asesinándolo.

Lo olvidado del presidente Kennedy es su vinculación con la literatura y la historia. En 1956 convaleciente de una riesgosa operación de columna -producto de su experiencia en la guerra y por la cual fue condecorado-, escribe un texto de gran actualidad: Perfiles de Coraje (Harper- Collins, 2016) este esfuerzo le dio el Pulitzer en 1957.

Ahí nos descubre la importancia del Senado en la vida política norteamericana y nos revela a personajes hoy olvidados dueños de una conducta notable, quienes a pesar de los descalabros políticos propios, convirtieron al legislativo en una entidad de debate y equilibrio para una democracia hoy en riesgo.

La fuerza del Presidente en un sistema presidencialista es gravitacional, sin embargo, posturas individuales modelaron un Senado autónomo, integrado por algunos políticos a los que les interesaba más su país que su partido o incluso sus electores.

Edmund G. Ross (1826-1907) fue senador por Kansas, tribuno elocuente precedido por una reluciente carrera periodística, reputación impecable e integrante del Partido Republicano en un momento crítico de la vida norteamericana.

El presidente Andrew Johnson (1808-1875) había abusado de sus atribuciones y la Cámara de Representantes lo sometió al primer juicio político en la historia de los Estados Unidos. Johnson poseía un prestigio deplorable aunado a los rencores de los sureños derrotados y la arrogancia de los vencedores después de la Guerra de Secesión (1861-1865) el Congreso norteamericano estaba convertido en un lugar de pugnas y ajuste de cuentas.

Ross detestaba a Johnson, la mayoría simpatizaba con su destitución, la votación transcurrió y el senador Edmund Ross asombrosamente le dio el voto salvador en el último momento, el Presidente quedó absuelto. La andanada de improperios, cartas furibundas de sus electores, recriminaciones de sus compañeros así como de su partido, llegaron en un torrente furioso contra el senador por Kansas.

Ross perdería su siguiente elección y truncaría su futuro, no obstante, con el tiempo se entendió que esa solitaria decisión abonó al respeto por los legisladores y su proceder. Ross lo explica así:

“En un sentido amplio, la independencia de la oficina ejecutiva como una rama coordinada del Gobierno fue sometida a juicio… si… el Presidente debe renunciar… un hombre caído en desgracia y un paria político… valiéndose de pruebas insuficientes y de consideraciones partidistas, el cargo de Presidente sería degradado, dejaría de ser una rama coordinada del Gobierno, subordinada para siempre a la voluntad legislativa. Prácticamente habría alterado nuestro espléndido tejido político en una autocracia partidista y parlamentaria… Este Gobierno nunca había enfrentado un peligro tan malintencionado… el control por parte del peor elemento de la política estadounidense… Si Andrew Johnson fuera absuelto por un voto no partidista… Estados Unidos se salvaría del peligro de un Gobierno partidista y de esa intolerancia que caracteriza con tanta frecuencia la influencia de las grandes mayorías y las hace peligrosas”.

John F. Kennedy rememoró lo riesgoso de las mayorías alucinadas e intolerantes, que para algunos es más importante la dignidad que la conveniencia y en democracia el futuro es más que un tiempo presente.

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