Ama Carmelita poder ser docente
Desde los 18 años ingresó a trabajar en una escuela, fue administrativa y prefecta antes que maestra.

CIUDAD OBREGÓN, Sonora.- A los 18 años, la profesora Carmen Alicia Angulo Benítez, cariñosamente conocida como Carmelita, inició su trayectoria en la Secundaria Técnica Número 2, incorporándose al área administrativa. Más adelante pasó a prefectura y, posteriormente, a ser maestra frente a grupo, una labor que desempeña con pasión y entrega.
Hoy, con 51 años de edad, asegura que nació para esta profesión, una vocación que abraza con todo el corazón, pues desde siempre, dice, tuvo en ella esa “cosquillita” de compartir su conocimiento.
Actualmente, es docente de la materia de Español para alumnos de tercer grado, aunque ha trabajado también con otros niveles y ha pasado por todos los salones de la secundaria de la que forma parte.
Ya sabemos, ya tenemos un destino, y a mí me apasiona ser maestra. Disfruto ser maestra. Aquí estoy, me encanta. Los muchachos nos idealizan a los maestros, nos ven como mamás, papás. Uno como maestro no tiene idea de cuánto trasciende, marcamos a los muchachos para siempre, para bien o para mal”, subrayó.
Comentó que, en ella y en los profesores que logran ganarse la confianza del alumno, muchos adolescentes encuentran un refugio, un consuelo y se convierten en cómplices para jóvenes que viven realidades difíciles: Familias separadas, padres ausentes, madres o padres en la cárcel, pérdidas familiares o seres queridos desaparecidos.
El secreto de la docencia, expresó, está en tratar a los alumnos como lo que son: Seres humanos, no como robots ni como personas incapaces de entender la disciplina o el conocimiento.
Si como profesor entiendes eso, puedes educar con amor y pasión”, afirmó.
Aunque ama profundamente su vocación, confesó que anhela su jubilación, ya que tiene muchos planes fuera del aula: Quiere viajar, leer, dedicarse más tiempo a sí misma y a su familia.
Recordó con especial cariño a los cientos de adolescentes cuyas historias han pasado por su vida. Entre ellas destaca la de Julio, su “hijo adoptivo”, un joven que vivía en una casa hogar y que alguna vez le pidió que lo adoptara. Aunque el proceso no pudo concretarse, nunca le ha perdido la pista y aún mantienen contacto.
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