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¿Por qué avanza el mal?

Estamos viviendo una época en la que ya nada nos asombra, nos enteramos por la prensa o redes sociales de verdaderas tragedia.

Anita B.  de Ochoa

Estamos viviendo una época en la que ya nada nos asombra, nos enteramos por la prensa o redes sociales de verdaderas tragedias, asesinatos, miles de niños y jóvenes desaparecidos, masacres terribles, que llegamos a ver con tanta indiferencia, mientras no me pase a mí, me vale.

Y como nos vale, y nos acostumbramos, solapamos el mal permitiendo que siga avanzando. Cuando nos damos cuenta de las consecuencias de nuestra indolencia cobardía o conveniencia, ya es tarde.

Lo vemos claramente en el caso de Culiacán, esa ciudad hospitalaria, segura, de hace unas décadas que, debido al cáncer que como la humedad se propagó entre la sociedad, comenzó a morir lentamente cuando la misma, se hizo de la vista gorda, al empezar a gozar de los beneficios económicos que da la derrama de dinero de procedencia ilícita. De esta forma, familias de clase alta se fueron asociando con el dinero sucio para no perder su estatus social.

Los mismos políticos, al darse cuenta que necesitaban el permiso de los capos para ascender en sus pretensiones, se aliaron con ellos; cuando los hijos de los delincuentes en su derecho, comenzaron a reclamar espacios en escuelas y empresas antes reservadas para familias de bien, ese cáncer lentamente fue creciendo y haciendo metástasis, hasta el punto de invadir a esa, antes armoniosa sociedad de Culiacán. Hoy la vemos colapsada, escuelas y comercios cerrados, gente encerrada, aterrada por miedo a ser secuestrada o asesinada en las calles, con completa indefensión de las autoridades.

La tragedia de Culiacán desgraciadamente no es la única, otras ciudades de la República sufren lo mismo, porque las autoridades han abierto la puerta a la delincuencia organizada quien se ha apoderado de estados como Zacatecas, Tamaulipas, Michoacán entre otros, algo que los ciudadanos hemos permitido a tal grado, que muchos, con su voto volvieron a dar su aval a la ineptitud, y complicidad de la fallida estrategia “abrazos no balazos” con la que Claudia Sheinbaum continúa irresponsablemente.

Los mexicanos rechazamos esta política para nuestro país, queremos un México donde niños y jóvenes sean conscientes que el dinero mal habido ocasiona desgracias y muerte. Un país donde tengamos la certeza que nuestros hijos conviven con gente de bien, sin el riesgo de que se hagan amigos de gente peligrosa; donde no se tenga que salir huyendo con toda la familia porque un delincuente se enamoró de una hija, y donde hacer apología del delito vuelva a darnos vergüenza, en lugar de promoverlo.

Un país donde el estatus no sea el carro último modelo, las abominables prótesis de las mujeres, la apariencia, la competencia y superficialidad, sino el amor, el servicio a los más necesitados, la defensa de nuestros valores, de la Patria, la fe, la vida, la familia, lo que realmente nos hace seres humanos.

¿Cómo? Empecemos recuperando nuestra capacidad de asombro, admirando y amando nuestra Patria, y UNIDOS, exijamos a las autoridades, poner un alto a los delincuentes ¡basta de abrazos! Que se aplique la Ley y se deslinden responsabilidades, los mexicanos queremos vivir en paz, con la seguridad de salir a la calle sin el miedo y el temor que se sufre en Culiacán cada día.

¡Mujer mexicana forja tu Patria!

*- La autora es consejera familiar.

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