Nuestro arte primigenio, original
Las pinturas rupestres son la aportación más reconocida de la cultura nativa peninsular.
Las pinturas rupestres son la aportación más reconocida de la cultura nativa peninsular, son obras visuales que han hecho famosa a Baja California en el mundo entero. Desde su descubrimiento por los occidentales en el siglo XVIII han sido redescubiertas y olvidadas varias veces durante las diferentes etapas históricas. Hoy en día, como lo señala María Teresa Uriarte, plantean enigmas fascinantes y son “uno de los tópicos más interesantes del devenir histórico peninsular”. Pero ahora sabemos que el arte rupestre bajacaliforniano no se circunscribe sólo a las pinturas, aunque éstas son las que han acaparado la atención de los investigadores y los viajeros. Como lo exponen Julia Bendímez y Don Laylander (Travesía No. 4, 1986), “el concepto arte rupestre ha incluido tradicionalmente dos tipos distintos de manifestaciones prehistóricas sobre la superficie de las rocas: los grabados y las pinturas. En la actualidad algunos arqueólogos también incluyen otras manifestaciones expresivas bajo este término, como lo son los geoglifos y los hoyuelos. En el norte del estado de Baja California, en sitios que se encuentran fuera de la ciudad, visitantes o residentes curiosos descubren rastros de sociedades del pasado, pintados o grabados sobre peñas o lechos de roca. Diseños sencillos, como líneas, cuadros, círculos o representaciones reconocibles de humanos o animales, hacen preguntarse al observador: ¿Quién los creó?, ¿qué antigüedad tienen?, ¿por qué fueron creados? y ¿qué significan?” Tales son los misterios que tantos científicos, en tiempos pasados y actuales, han buscado resolver.
Lo que me interesa señalar, en todo caso, no es contestar a tales interrogantes sino plantear la pregunta esencial: ¿las pinturas rupestres son arte? Mi respuesta inmediata es: sí, por supuesto que los son. Fueron hechas por motivos que desconocemos, excepto el más visible de todos: para expresar el mundo que rodeaba a sus creadores y lo hicieron con los elementos culturales a su alcance, con su visión cósmica de la realidad. Creo que la que mejor lo ha expuesto es María Teresa Uriarte, pionera en el estudio de este arte del lado mexicano, en su libro Pintura rupestre en Baja California. Métodos para su apreciación artística (1981), estas obras milenarias están unidas a ceremonias iniciativas y sirven como sitios de reunión para toda una comunidad: “Aunque la zona central de la península atrae nuestra atención por la abundancia de los sitios con pintura y por la monumentalidad y la variedad en la temática de éstas, la zona norte, que en la actualidad es la única que conserva una población aborigen, posee numerosos testimonios de pinturas y grabados de carácter ritual. No se ha establecido aún el periodo en que fueron producidas estas pinturas y grabados, pero es factible que todavía en la actualidad se sigan ejecutando en algunos puntos de la zona norte ceremonias de iniciación y ritos de pubertad relacionados con tal actividad. El aspecto formal corresponde a un abierto geometrismo y las formas que encontramos se hallan muy alejadas del dato visual; para pintarlas casi siempre se utilizan el negro y escasamente el rojo, el blanco y el amarillo. Es evidente que la ejecución de estas obras no es un hecho aislado y fortuito dentro de una colectividad humana; antes bien, es producto de una completa ideología que la civilización occidental tiende a menospreciar. En general, los grupos de cazadores-recolectores mantienen un elevado sentimiento de cohesión que, a menudo, se manifiesta gráficamente. Hay que considerar la composición y la temática. Esta última también es peculiar de Baja California, puesto que en otras partes del mundo en donde se cuenta con pinturas rupestres, como en la región francocantábrica y el Levante español, la figura humana no se representa con la profusión y la categoría de la bajacaliforniana”.
Para Uriarte las pinturas rupestres son obras hechas con un plan preconcebido. Pero también puede verse en ellas el gozo de la creación por el placer mismo de llevarla a cabo. Lo trascendente es que son piezas murales en íntimo contacto con la naturaleza y con el propio grupo humano de sus creadores. Nos dicen lo que ellos eran: he aquí mi entorno, las estrellas que nos guían, los animales que nos acompañan, los hermanos y hermanas que hacen mi comunidad. Estas obras monumentales son un arte que nos exige dejarlo de menospreciar desde la arrogancia occidental, que debemos estudiar por sus valores propios. Obras que son el primer patrimonio artístico de Baja California. El auténtico. El creativo. El original.
*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.
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