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Joaquín Antonio Peñalosa: de la vida leve

Entre los escritores mexicanos, muchos han sido nativos del norte mexicano, hijos del desierto. Para ejemplos baste pensar en Manuel José Othón y en Alfonso Reyes.

Gabriel  Trujillo

Entre los escritores mexicanos, muchos han sido nativos del norte mexicano, hijos del desierto. Para ejemplos baste pensar en Manuel José Othón y en Alfonso Reyes. Pero aquí voy a referirme a uno de los escritores del siglo XX que dejaron una huella fraterna con su obra, una imagen de sus orígenes y querencias en su trabajo poético. Hablo de Joaquín Joaquín Antonio Peñalosa, nacido en San Luis Potosí en 1923 y fallecido en la misma ciudad en 1999. Su vida transcurrió entre su trabajo como sacerdote y su labor como autor literario, llegando a ser un miembro destacado de la Academia Mexicana de la Lengua. Hizo estudios en la ciudad de México pero acabó regresando a su tierra natal, donde ejerció un magisterio benévolo y lleno de amigos de toda índole.

Di examinamos con cuidado la vasta obra de Joaquín Antonio Peñalosa, lo que aparece es un retrato de cuerpo entero, de espíritu completo, de un hombre que une, sin problemas, sin sesiones de sicoterapia, sin escrúpulos pudibundos, la vida con el Verbo en mayúscula con la vida como experiencia cotidiana, el canto de lo divino con el humor bien condimentado. Y sin hacer escándalo, sabe medir lo propio y lo ajeno con una sonrisa en los labios, con la ternura del que ama lo sencillo y acepta “la exacta geometría de unas manos de jardinero, gastadas en deshojar pétalos”. Un hijo del desierto, sí, pero uno que de las zarzas extrae el cántico de lo humilde, que del viento negro conjura el himno de la esperanza, que del horizonte estéril saca los versos del nopal y la tuna, como en su poema “Crónica en rojo de 1592″, donde declara su querencia por San Luis Potosí, en cuya llanura minera abundan “reales de minas”, además de “fuentes abundosas, alegre cielo, aires saludables”. Y al leer la obra peñalosiana eso es lo que la distingue: su abundancia, su alegría, su saludable perspicacia y su libérrimo albedrío. El nómada cuyo entorno existencial es su parroquia. El peregrino que teje la realidad con el hilo de su pensamiento hecho palabra.

En la poesía de don Joaquín sobresale el carácter risueño, benevolente, encantado con el espectáculo del mundo del que él es efímero testigo y gozoso participante. En el prólogo que Hugo Gutiérrez Vega hace de nuestro autor en su antología Cantar de las cosas leves, que el Fondo de Cultura mexicana publicara en 1999 en su meritoria colección de Letras mexicanas, don Hugo menciona que Peñalosa “no tiene temas vedados y se asoma a todos los rincones de las almas individuales y del mundo de todos”. Y luego compara su obra con la de otros poetas mexicanos religiosos de su tiempo, como Concha Urquiza y Alfredo R. Placencia, cuyas obras líricas parecen preferir el misticismo angustiado de Urquiza, el que oscila entre la fe y la duda, entre la carne y el espíritu; mientras que en el caso de Placencia, estamos ante una retórica religiosa donde la pena y la melancolía prevalecen, donde la mente inquieta y conturbada sólo tiene ojos para la muerte. Lo cierto es que el tema del misticismo religioso, del encuentro con la divinidad como una carga, de la vida con sus penurias y dolencias,de la muerte con su polvo eres y en polvo teconvertirás, también están presentes en lapoesía de nuestro autor.

Hay un atributo que surge entre másuno se interna en la poesía de don Joaquín:la calidez de su voz, de su trato, de su confidencia al hablar de mil y un temas carosa su escritura, a su ser aquí en el mundo.La calidez de quien disfruta el sol del albacomo “el fresco al mediodía”, del que hacesu tránsito por la vida no como un empeñoforzoso sino como “la espuma del ensueño”en la cresta de la ola. Cada verso suyo exhibe a una cercanía con las cosas leves, menudas, las que son ellas mismas sin apresuramientos ni congojas. Muchos de susversos son breves homilías que le sacan lavuelta a los tediosos sermones. No pretenden el desacuerdo o el regaño sino la concordia, la convergencia, la simpatía, la solidaridad con la comunidad de la que el autorforma parte. Su propósito es coincidir conlos demás, hablar de tú a tú con sus compatriotas, con su feligresía.

*- El autor es escritor, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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