La sequía agrava la mala alimentación de millones de niños en México, según Conagua
Las cifras son alarmantes. México ocupa los primeros lugares en obesidad infantil a nivel mundial; uno de cada tres niños padece sobrepeso u obesidad, de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública.

Ciudad de México.- Mientras gran parte del país se agrieta bajo la sequía, en los bebederos vacíos de las escuelas públicas se refleja una tragedia silenciosa: la niñez mexicana sufre no sólo por la falta de agua, sino también por una mala alimentación.
En lugar de agua potable, millones de niños beben refresco; en vez de alimentos sanos, consumen comida chatarra.
Esta combinación, agravada por el abandono institucional y la priorización de intereses electorales, ha detonado una crisis ambiental, alimentaria y política.
Según el Monitor de Sequía de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), más del 60% del territorio nacional enfrenta algún grado de sequía, siendo Sonora, Chihuahua y Guanajuato los estados más afectados.
En muchas escuelas de estas regiones, el agua escasea o simplemente no es apta para el consumo humano, lo que vulnera el derecho fundamental al acceso al agua, especialmente para los estudiantes que pasan gran parte del día en estos planteles.
Ante esta carencia, la industria de bebidas azucaradas ha llenado el vacío dejado por las autoridades. Embotelladoras han consolidado su presencia como proveedoras de líquidos en comunidades donde el agua potable brilla por su ausencia.
Esto no es una casualidad, sino resultado de un modelo económico que pone por encima el lucro, facilitando el acceso al refresco incluso en espacios escolares, normalizando su consumo desde edades tempranas y profundizando los problemas de salud pública.
Obesidad infantil
Las cifras son alarmantes. México ocupa los primeros lugares en obesidad infantil a nivel mundial; uno de cada tres niños padece sobrepeso u obesidad, de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud Pública.
Esta epidemia se vincula directamente con la dieta diaria en las escuelas, donde los refrigeradores de cooperativas muchas veces ofrecen más refrescos que agua, y más frituras que fruta.
La crítica no es nueva, pero sigue sin respuesta. Voces como la del periodista Julio Hernández Astillero han señalado posibles vínculos entre figuras políticas, como Mario Delgado, y la industria de comida chatarra, mientras que el titular de la Secretaría de Educación Pública permanece en silencio.
La ausencia de políticas claras para erradicar el consumo de productos ultraprocesados en las escuelas refleja una desconexión alarmante con la realidad infantil del país.
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Garantizar agua limpia y alimentos sanos en los planteles escolares no debería ser una promesa de campaña, sino una acción urgente y sostenida.
No se trata sólo de infraestructura, sino de justicia social y de una visión de futuro. La transformación que tanto se pregona no será posible si permitimos que una generación crezca entre la sed y el azúcar, en un entorno donde el bienestar infantil parece ser la última prioridad.
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