La soledad es una amenaza para la salud pública comparable al tabaquismo o la obesidad: OMS
En un mundo hiperconectado, millones, especialmente jóvenes, se sienten emocionalmente aislados.

CIUDAD DE MÉXICO.- Amaleed Al-Maliki tenía todo lo que, desde afuera, parece una vida plena: juventud, estudios, empleo, redes sociales activas y una agenda social llena. Sin embargo, se sentía sola. No se trataba de estar físicamente aislada, sino de una desconexión más profunda: la sensación de que nadie la conocía de verdad. “No sé si alguien realmente me conoce. Ni siquiera sé cómo empezar esa conversación”, confesó.
Una generación conectada, pero aislada
Esta experiencia no es única. Es compartida por millones, especialmente entre los jóvenes. En un mundo hiperconectado, la paradoja es que muchos se sienten más solos que nunca. Las amistades superficiales y la presión de mostrarse felices en redes sociales han dejado a muchos emocionalmente vacíos, con la sensación de ser invisibles.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dado un paso importante al declarar la soledad como una amenaza para la salud pública comparable con el tabaquismo o la obesidad. Según sus estimaciones, más de una de cada seis personas en el mundo se siente profundamente sola, una condición que podría estar relacionada con más de 100 muertes por hora.
Una crisis global que no hace ruido
La soledad no se diagnostica con estudios médicos ni se ve en radiografías. Se oculta detrás de sonrisas, rutinas sociales y publicaciones aparentemente alegres. Es una herida emocional que se agrava en el silencio y que muchas veces se confunde con timidez o estrés. Pero decir “estoy solo” todavía es visto como una muestra de debilidad o fracaso personal.
En la juventud australiana, esta sensación de desconexión parece especialmente marcada. Uno de cada cuatro jóvenes en Australia asegura luchar con la soledad, a pesar de estar rodeado de personas, tener múltiples chats activos y una vida digital ocupada. No se trata de ausencia física, sino de no sentirse visto, escuchado o comprendido.
Las consecuencias van más allá del bienestar emocional. La soledad tiene efectos físicos importantes: está relacionada con inflamación, enfermedades del corazón, diabetes e incluso una muerte temprana. Estudios han encontrado que es tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarrillos al día. A pesar de esto, sigue sin haber una respuesta institucional clara ni campañas masivas de prevención.
Más allá de la salud: un riesgo para la sociedad
La soledad también puede modificar el comportamiento social. Las personas solas tienden a volverse más desconfiadas, irritables o retraídas. En algunos casos, buscan refugio en grupos extremos o entornos cerrados donde se les ofrece pertenencia a cambio de adoptar actitudes negativas o excluyentes. Esto convierte a la soledad no solo en un problema de salud pública, sino en un riesgo cívico.
En este contexto, recuperar el sentido de comunidad se vuelve urgente. “Mateship”, la solidaridad australiana que tanto se valora, debería ir más allá de compartir una cerveza. Se trata de notar cuando alguien se está apagando, de abrir espacios para hablar, y de recordarle a los demás que importan, incluso sin una razón aparente.
Pequeños gestos pueden marcar una gran diferencia. Saludar a un vecino, escribir a un amigo con quien no se ha hablado, o simplemente escuchar sin juzgar. Escuelas, lugares de culto y oficinas pueden convertirse en espacios de conexión real si se les da esa intención. Porque, como recordó la OMS al lanzar esta advertencia, este problema no se resolverá con hashtags, sino con humanidad.
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