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¿Compañía artificial o soledad real? El dilema de formar vínculos emocionales con la inteligencia artificial

En un mundo cada vez más afectado por la soledad, la inteligencia artificial se presenta como una opción de compañía emocional.

¿Compañía artificial o soledad real? El dilema de formar vínculos emocionales con la inteligencia artificial

CIUDAD DE MÉXICO.- En un mundo cada vez más conectado digitalmente, la soledad se ha vuelto una presencia silenciosa pero persistente. A pesar del constante flujo de información y comunicación en línea, muchas personas experimentan una sensación de vacío que no se disipa con notificaciones o mensajes. En este contexto, la inteligencia artificial (IA) ha comenzado a ofrecer algo más que eficiencia: se presenta como una compañía disponible las 24 horas.

La soledad como fenómeno global

Desde asistentes virtuales hasta “compañeros” digitales que simulan empatía, la tecnología promete acompañar a millones en su vida cotidiana. Sin embargo, esta nueva forma de interacción plantea preguntas sobre sus límites y el tipo de conexión que puede ofrecer. ¿Puede una máquina realmente llenar el lugar de un vínculo humano?

Este fenómeno no es menor. Países como Japón y Reino Unido han reconocido oficialmente la soledad como un problema de salud pública, creando ministerios específicos para atenderla. En Estados Unidos, el cirujano general Vivek Murthy advirtió en 2023 que la soledad incrementa el riesgo de enfermedades graves y acorta la esperanza de vida, subrayando su impacto físico y psicológico.

La IA como apoyo emocional

La IA se ha probado en diversas formas para aliviar el aislamiento emocional. Modelos como ChatGPT y Claude han mostrado una sorprendente capacidad para simular empatía, al grado de que, en estudios a ciegas, algunos expertos calificaron sus respuestas como más comprensivas que las de profesionales de la salud. Esto ha dado paso a programas como Therabot, pensados para brindar apoyo terapéutico.

Varios testimonios coinciden en que hablar con una IA puede ofrecer consuelo en momentos de angustia. Para personas mayores o con movilidad limitada, estos sistemas representan una alternativa ante la falta de compañía física. Aunque los resultados todavía son preliminares, el potencial es innegable.

No obstante, voces académicas advierten sobre los riesgos. El profesor Paul Bloom, de la Universidad de Toronto, reconoce que la IA puede ofrecer compañía valiosa, pero también llama a observar con cautela sus posibles efectos no deseados. La preocupación gira en torno a cómo estos vínculos artificiales podrían influir en la salud emocional a largo plazo.

Límites y riesgos de la compañía artificial

Expertas como Molly Crockett advierten que la empatía humana no se puede reducir a respuestas automáticas; requiere presencia, contacto y reciprocidad. Además, el acceso ilimitado a estos sistemas podría generar dependencia emocional, un fenómeno difícil de regular en la práctica. La ilusión de una relación significativa con una IA podría derivar en desilusión o aislamiento más profundo.

The New Yorker también ha destacado el autoengaño que implica creer que una máquina realmente se preocupa por alguien. El psicólogo social Garriy Shteynberg alerta sobre el posible choque emocional que representa descubrir que ese vínculo era solo una simulación. A esto se suma el riesgo de que la IA, al no cuestionar, refuerce creencias dañinas o reduzca la capacidad de enfrentar desacuerdos, esenciales para las relaciones humanas reales.

Desde otra perspectiva, el psicólogo John Cacioppo y la historiadora médica Fay Bound Alberti recuerdan que la soledad, aunque dolorosa, cumple una función evolutiva importante: motiva la búsqueda de vínculos genuinos y fomenta procesos como la creatividad o el autoconocimiento. Eliminarla por completo podría privar a las personas de estos beneficios naturales.

Una decisión colectiva pendiente

La posibilidad de recurrir a la IA como compañía plantea un dilema ético y emocional en la sociedad actual. Si bien puede ofrecer alivio en casos de soledad aguda, también podría fomentar la idea de que no es necesario esforzarse por crear lazos humanos. Esto resulta especialmente preocupante en generaciones jóvenes, que podrían preferir la comodidad de una relación artificial a enfrentar la complejidad de los vínculos reales.

A medida que la tecnología avanza, será crucial encontrar un equilibrio entre el progreso digital y la preservación del tejido social. El desafío no solo está en regular el uso de asistentes virtuales, sino en reforzar espacios donde el contacto humano, la empatía auténtica y el cuidado mutuo sigan siendo parte fundamental de la vida diaria.

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Frente a este panorama, la pregunta sigue abierta: ¿puede una máquina acompañarnos de verdad, o estamos construyendo un espejismo que, lejos de sanar, profundiza la desconexión humana? La respuesta no dependerá solo de los avances tecnológicos, sino de las decisiones colectivas que tomemos como sociedad.

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