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¿Qué hace a un buen padre? La respuesta desde la biología

En el mundo animal, los cuidados parentales son escasos y dependen de factores como la supervivencia del padre, el número de crías y el entorno.

¿Qué hace a un buen padre? La respuesta desde la biología

CIUDAD DE MÉXICO.- Ser un buen padre no tiene una única definición. Incluso dentro de la especie humana, lo que se considera un “padre ideal” varía radicalmente según la cultura, el tiempo y el contexto. Un hombre persa de la antigüedad no tenía los mismos criterios de paternidad que un padre contemporáneo. Esta diversidad de modelos se amplifica si se observa más allá del ser humano y se analiza el comportamiento parental en el mundo animal.

Diversidad animal y humana en la paternidad

En la naturaleza, existen todas las conductas imaginables e incluso sorprendentes entre los progenitores masculinos. Desde quienes protegen ferozmente a sus crías hasta aquellos que desaparecen tras la fecundación, las estrategias de cuidado son tan variadas como las especies que las practican. Lo que sí parece universal es que cualquier acción que aumente la posibilidad de que los hijos sobrevivan y se reproduzcan se considera una ventaja evolutiva.

Sin embargo, a pesar de estos beneficios, los cuidados parentales en el reino animal son bastante escasos. La pregunta es: ¿por qué? Para entenderlo, es necesario observar con más detalle cómo influye la biología en el comportamiento de los padres, especialmente cuando los hijos, en sus primeras etapas, ni siquiera se parecen a ellos.

Cuando padres e hijos ni se reconocen

En muchas especies, las crías nacen con formas tan distintas a sus progenitores que parecen otra especie. Este fenómeno se da principalmente en animales con fases larvarias, como los insectos. Las larvas de mosquito, por ejemplo, viven en el agua mientras los adultos vuelan, por lo que la convivencia entre padres e hijos es prácticamente inexistente.

Aun sin larvas de por medio, el desinterés paterno sigue siendo frecuente. En numerosas especies, tras la puesta de huevos, los machos se alejan sin asumir ningún tipo de cuidado. Así que la idea de que cuidamos lo que se nos parece no aplica tan fácilmente en la naturaleza.

Entonces, ¿cuándo sí aparecen los cuidados parentales? Varios factores pueden influir: que los padres sobrevivan al apareamiento, que tengan un número manejable de crías, que existan lugares seguros donde los pequeños puedan crecer, y que las condiciones del entorno lo requieran.

Factores clave para criar con éxito

El primer requisito para cuidar a los hijos es sencillo pero crucial: seguir con vida después de reproducirse. Algunas especies, como los salmones, mueren tras desovar, lo que impide cualquier tipo de cuidado posterior. Otro punto determinante es el número de crías. Quienes tienen miles de descendientes de una sola vez, como ciertos peces o invertebrados marinos, difícilmente pueden brindarles atención individual.

Además, se necesita un lugar seguro para proteger a las crías. Aquí entran en juego los “nidos”, que son comunes en aves, mamíferos e insectos sociales como hormigas y abejas. También influye el entorno: en lugares muy hostiles, los cuidados parentales se vuelven esenciales para la supervivencia.

Otro factor curioso tiene que ver con el propio instinto depredador de algunas especies. En el caso de ciertos tiburones, las madres cuidan de sus crías en zonas especiales conocidas como “nursery grounds”, protegiéndolas incluso de otros miembros de su especie.

La importancia de ser indefenso

Pero el aspecto que más condiciona la existencia de cuidados parentales es el nivel de indefensión de las crías. Especies cuyas crías nacen totalmente dependientes, como los mamíferos y muchas aves, necesitan de padres presentes y activos para sobrevivir. Aquí, el cuidado no es una opción: es una obligación biológica.

En ese grupo selecto de especies cuidadoras se encuentran insectos sociales, aves modernas y mamíferos eutermos. Todos comparten características como el desarrollo sin fases larvarias, un número reducido de crías, un entorno desafiante y, sobre todo, crías incapaces de valerse por sí mismas.

En estas condiciones, la selección natural ha favorecido comportamientos parentales, especialmente aquellos que garantizan que la siguiente generación llegue a la madurez. Y en algunos casos, los padres machos desempeñan un papel sorprendentemente activo.

Padres comprometidos en el mundo animal

En algunos peces, como los caballitos de mar, son los machos quienes cuidan de la prole. En esta especie, la hembra deposita los huevos en una bolsa del macho, quien los lleva hasta que las crías están listas para nadar. Otros peces, como los cíclidos, incluso producen una especie de “leche” con la que alimentan a sus crías, en una tarea compartida con las hembras.

El caso más notable de paternidad activa se da en las aves. En este grupo, el cuidado es casi siempre compartido. Los huevos deben mantenerse calientes para que el embrión se desarrolle adecuadamente, lo que ha llevado a que la mayoría de las especies sean monógamas durante la temporada de cría y ambos padres se turnen para empollar.

La monogamia social y el trabajo en equipo para criar a los hijos son ejemplos de cómo la evolución ha moldeado el comportamiento parental para aumentar la supervivencia en ciertos linajes.

La paternidad humana: entre biología y cultura

En los mamíferos, el vínculo madre-hijo es predominante, en gran parte por la gestación en el útero y la lactancia, lo que garantiza un entorno seguro para el desarrollo. Esta estrecha relación asegura una mayor supervivencia de las crías, especialmente en especies como los primates.

En el caso de los humanos, el cuidado va más allá de lo biológico. La posibilidad de enseñar, convivir y transmitir cultura convierte al “buen padre” en una figura que no se limita a la genética. Aunque el cuerpo masculino no gesta ni amamanta, el rol del padre puede ser esencial si se involucra activamente en la crianza.

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La paternidad humana tiene, entonces, un componente cultural que permite equilibrar las diferencias biológicas. Más hombres reconocen hoy que participar activamente en la vida de sus hijos no es solo una responsabilidad, sino también un privilegio que transforma vidas.

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