Repin explora el movimiento y la composición dinámica en su representación del Hopak ucraniano
Hopak es, en definitiva, un homenaje visual a la alegría, a la cultura popular ucraniana y a la libertad artística.

Hay cuadros que se escuchan, y Hopak, del pintor ruso Ilya Repin, es uno de ellos. Con un formato amplio (174 x 210 cm), esta obra de óleo, hoy en una colección particular, parece reventar de música, movimiento y emoción. Su tema es la Hopak, una danza popular ucraniana famosa por su energía acrobática y sus raíces en los entrenamientos militares de los cosacos. Saltos, giros y exclamaciones de “¡Hop!” dan origen al nombre y al espíritu de este baile casi marcial, que combina tradición con un derroche de vitalidad.
Un homenaje pintado desde la vejez
Lo más sorprendente es que Repin pintó esta escena en sus últimos años, cuando apenas podía levantarse. Sin embargo, la pintura está tan llena de vida que resulta difícil imaginar a un anciano detrás del pincel. Fascinado desde siempre por la cultura ucraniana, Repin decide aquí alejarse de su estilo habitual —más apegado al realismo histórico— para lanzarse de lleno a una experiencia más expresiva, más libre, casi desbordante.
Un caos coreografiado
La obra transmite dinamismo gracias a una composición aparentemente caótica, donde las figuras se amontonan, los bordes cortan cabezas y extremidades, y el espectador se siente lanzado al centro mismo del festejo. Las pinceladas sueltas y los colores cálidos refuerzan la sensación de inmediatez y pasión. Es como si el lienzo vibrara con la música, como si cada salto quedara congelado justo en el clímax del movimiento.
Libertad artística en la madurez
Este cuadro no solo representa una danza, sino también la evolución de un artista. Repin, siempre innovador, parece haberse liberado aún más en la vejez. Tal como ocurre con muchos grandes creadores, la edad no lo volvió más conservador, sino todo lo contrario: más audaz, más intuitivo, más dueño de su propio lenguaje.
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Hopak es, en definitiva, un homenaje visual a la alegría, a la cultura popular ucraniana y a la libertad artística. Una fiesta detenida en el tiempo, donde los colores bailan al compás del alma.
Con información de HA!
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