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5 trastornos psicológicos más frecuentes en adultos mayores

En la vejez, además de enfermedades físicas, muchas personas enfrentan trastornos mentales como depresión, ansiedad, demencia y esquizofrenia de inicio tardío.

5 trastornos psicológicos más frecuentes en adultos mayores

CIUDAD DE MÉXICO.- En la etapa de la vejez, las personas no solo enfrentan enfermedades físicas como la diabetes, las cataratas, la presión arterial alta o los problemas cardiovasculares. También existe una alta vulnerabilidad a distintos trastornos mentales que muchas veces pasan desapercibidos o se confunden con síntomas del envejecimiento natural.

Más allá de los males físicos

Según la psicóloga Ana Cristina Oliveira, consultada por la revista Mente Sana, los adultos mayores pueden desarrollar condiciones como depresión, trastorno de ansiedad, esquizofrenia de inicio tardío, demencia o trastorno afectivo bipolar. Estas enfermedades representan un reto relevante para los sistemas de salud, ya que suelen presentarse junto con dolencias físicas ya diagnosticadas, lo que complica su atención y seguimiento.

Cada uno de estos trastornos tiene características propias. Por ejemplo, la depresión en adultos mayores se manifiesta con tristeza constante, pérdida de interés por las actividades cotidianas, baja autoestima y un sentimiento general de vacío, incluso sin causa aparente.

Factores que incrementan el riesgo

El entorno también influye en el desarrollo de estas afecciones. Oliveira y Filipe Colombini, psicólogo y director de la clínica Equipe At, coinciden en que factores como el aislamiento social, el bajo nivel socioeconómico, la pérdida de autonomía y la falta de un entorno familiar aumentan la posibilidad de padecer trastornos mentales en la vejez.

Condiciones como el trastorno de ansiedad presentan síntomas como estrés persistente, inquietud y reacciones físicas como la taquicardia. La esquizofrenia de inicio tardío puede provocar delirios y alucinaciones, mientras que la demencia genera pérdida de memoria, dificultades para comunicarse y cambios de personalidad.

Por su parte, el trastorno afectivo bipolar se caracteriza por cambios extremos en el estado de ánimo, que oscilan entre periodos de euforia y episodios depresivos profundos, a menudo acompañados de irritabilidad y confusión. Estos síntomas afectan no solo la salud emocional del paciente, sino también su interacción con el entorno.

Diagnóstico especializado y atención integral

La detección de estos trastornos exige un enfoque clínico especializado. Colombini explica que los profesionales en geriatría recurren a evaluaciones clínicas, psicológicas y neuropsicológicas que permiten identificar los síntomas con precisión. Este proceso se basa en la observación directa del comportamiento y la historia clínica del paciente.

A partir de esta valoración, se elabora un perfil diagnóstico que sirve como base para diseñar un tratamiento adecuado a las necesidades individuales de cada adulto mayor. La atención debe ser personalizada, considerando tanto los síntomas mentales como las condiciones físicas existentes.

Aunque no existe una cura definitiva para estos trastornos, el tratamiento combinado —con medicamentos, acompañamiento psicológico y terapias psicosociales— permite mejorar significativamente la calidad de vida de quienes los padecen. Esto contribuye también a una mayor inclusión social y estabilidad emocional en la vejez.

El papel vital de la familia y la prevención

Un entorno de apoyo sólido es clave para el bienestar mental de las personas mayores. Oliveira destaca que la familia y los allegados juegan un papel fundamental en la detección temprana de los síntomas y en el acompañamiento durante el tratamiento. Estar atentos a señales como cambios de humor, retraimiento o pérdida de interés en actividades puede marcar la diferencia.

Además, la estabilidad en las relaciones familiares, el acceso a redes sociales y la creación de ambientes afectivos favorecen la adherencia a los tratamientos y ayudan a sobrellevar los efectos de estas condiciones. La vejez no tiene por qué estar marcada por el sufrimiento mental si se cuenta con el acompañamiento adecuado.

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Finalmente, la prevención también es esencial. Mantener una rutina activa, realizar ejercicio, cuidar la alimentación, conservar pasatiempos y fomentar la interacción social son hábitos que fortalecen la salud mental. Estos factores, junto con un entorno familiar sano, funcionan como barreras protectoras contra el deterioro emocional y cognitivo en la vejez.

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