En este lugar, nadie sabe qué hora es y así lo prefieren
Un vistazo a los espacios donde los relojes están prohibidos y vivir sin tiempo es parte de la experiencia.

En este mundo donde los relojes marcan cada minuto de nuestras vidas, existen lugares donde el tiempo simplemente no importa. En estos espacios, los relojes están ausentes a propósito y vivir sin contar las horas es parte de la experiencia.
Uno de los casos más conocidos es Freetime Café, un concepto que ha aparecido en ciudades como Moscú y Londres, donde los clientes no pagan por lo que consumen, sino por el tiempo que pasan. Paradójicamente, aunque el tiempo es la moneda, en estos cafés no hay relojes a la vista. La intención es que los visitantes se desconecten de la presión del reloj y se enfoquen en leer, platicar o simplemente estar.
En otro extremo, están lugares como el Monasterio de Nový Dvůr en la República Checa, donde los monjes trapenses viven sin relojes personales. Toda su rutina está basada en campanadas que marcan las oraciones, los trabajos y el descanso. No se rigen por la hora exacta, sino por el ritmo de la vida espiritual.
También existen retiros de meditación —como los de la tradición Vipassana en distintas partes del mundo— donde los participantes entregan sus relojes y teléfonos. El objetivo es perder la noción del tiempo para entrar en un estado más profundo de consciencia.
¿Por qué prohibir el tiempo? Vivir sin relojes permite a las personas reconectar con sus ritmos internos y romper con la ansiedad de “estar corriendo” todo el día. En estos entornos, no saber la hora se convierte en una forma de libertad.
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Algunas islas pequeñas del Pacífico no tienen huso horario oficial, y los habitantes simplemente “van con el sol”. Una práctica ancestral que hoy vuelve a tener sentido en un mundo saturado de notificaciones.
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