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¿Cuál es la utilidad de la ira? Cómo usar esta emoción a nuestro favor, según expertos

La ira, aunque suele considerarse una emoción negativa, cumple funciones protectoras y adaptativas si se maneja adecuadamente.

¿Cuál es la utilidad de la ira? Cómo usar esta emoción a nuestro favor, según expertos

CIUDAD DE MÉXICO.- Aunque a menudo se percibe como una emoción negativa, la ira forma parte del paisaje emocional humano y cumple funciones importantes. Ya en el siglo XIII, el poeta persa Rumi la reconocía como una de las emociones que, como huéspedes, visitan al ser humano. Lejos de ser solo una reacción impulsiva, la ira puede ofrecer información valiosa sobre el entorno y los propios límites si se aprende a comprender y gestionar.

Una emoción incómoda, pero necesaria

Un análisis de BBC Mundo destaca que esta emoción impacta profundamente al cuerpo, pero también puede tener un valor adaptativo si se interpreta con inteligencia. Su origen se encuentra en el cerebro, donde intervienen estructuras clave como la amígdala, el hipocampo y la corteza frontal. La neurocientífica Nazareth Castellanos explica que la amígdala es el centro principal para procesar emociones aversivas como el enfado.

Dependiendo del contexto, la reacción cerebral puede variar. En condiciones normales, el hipocampo y la corteza frontal moderan la respuesta de la amígdala. Pero si el estrés previo es elevado, la amígdala se sobreexcita y domina la situación, provocando reacciones intensas que incluso pueden tener consecuencias físicas, como tensión muscular o infartos.

Efectos físicos y funciones ocultas

La ira tiene efectos inmediatos en el sistema cardiovascular, respiratorio y digestivo. Un estudio de la Universidad de Columbia mostró que solo ocho minutos de ira alteran la capacidad de los vasos sanguíneos para dilatarse, lo que aumenta el riesgo de daño vascular a largo plazo. Durante estos episodios también se eleva la presión arterial y la frecuencia cardíaca.

Además, el sistema digestivo se ve comprometido. Castellanos señala que el sistema entérico, que conecta el cerebro con el intestino, responde con síntomas como hinchazón, ardor o malestar estomacal. Esto explica por qué algunas personas experimentan problemas digestivos poco después de un enfado, incluso si ya se sienten tranquilas emocionalmente.

Sin embargo, cuando se presenta ante una injusticia o un obstáculo, la ira puede actuar como un mecanismo protector. Según Dolores Mercado, psicóloga de la UNAM, esta emoción permite señalar que algo no está bien y buscar justicia. Cuando se manifiesta en niveles adecuados, puede ser una herramienta para enfrentar desafíos y alcanzar objetivos personales.

Aprender a manejarla para transformarla

El problema aparece cuando la ira se convierte en una reacción desproporcionada o persistente. En esos casos, puede dejar de ser útil y dañar tanto la salud física como las relaciones sociales. Castellanos recuerda que bien dirigida, esta emoción puede ser motor de cambios importantes, como en el caso de las luchas por derechos civiles.

Una estrategia para gestionar la ira es el método RAIN, propuesto por la psicóloga Tara Brach, que sugiere cuatro pasos: reconocer, permitir, investigar y nutrir. El objetivo no es suprimir la emoción, sino observarla sin dejar que controle las acciones. Esto requiere honestidad y autocrítica, ya que la sobreexcitación de la amígdala puede nublar el juicio.

También se recomienda prestar atención a la respiración. Alargar la exhalación ayuda a calmar los circuitos cerebrales involucrados en la ira. Otra técnica útil es el “efecto mantra”: repetir una palabra neutra puede disminuir la actividad verbal interna que alimenta el enojo con pensamientos reiterativos.

El papel de la infancia y la contención emocional

La expresión emocional en la infancia es clave para el desarrollo neurológico. Las rabietas infantiles no deben reprimirse, pues ayudan a construir conexiones entre la amígdala y la corteza frontal. Castellanos compara estas explosiones emocionales con “pruebas de sonido” del cerebro en crecimiento.

En el entorno familiar, es importante permitir que el niño se exprese, pero dentro de límites firmes y amorosos. La contención emocional enseña que se puede sentir enojo sin perder el control. Además, se debe evitar que los adultos se contagien de la rabieta, debido a la sincronización corporal que suele ocurrir entre padres e hijos.

Mercado subraya que es fundamental enseñar a los niños a identificar lo que sienten, comprender el motivo de su reacción y reflexionar sobre las consecuencias. Este proceso fomenta habilidades sociales valiosas y previene comportamientos agresivos impulsivos en la vida adulta.

Ira reprimida y salud física

Ignorar o reprimir la ira puede tener efectos negativos en la salud. En su libro Cuando el cuerpo dice NO, el psiquiatra Gabor Mate señala que las emociones no expresadas tienden a manifestarse en forma de enfermedades físicas. Según su visión, el cuerpo reacciona cuando se acumulan tensiones sin canalización adecuada.

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Esto resalta la importancia de ver la salud mental y física como dimensiones conectadas. Castellanos advierte que durante periodos de vulnerabilidad emocional, como un duelo o una ruptura, se deben extremar los cuidados físicos, ya que el organismo es más susceptible a enfermar.

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