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La IA podría estar modificando tu forma de pensar, sentir y tomar decisiones sin pedirte permiso

La inteligencia artificial (IA) está transformando tanto la ciencia como la vida cotidiana, influyendo en nuestras decisiones sin que siempre lo notemos.

La IA podría estar modificando tu forma de pensar, sentir y tomar decisiones sin pedirte permiso

CIUDAD DE MÉXICO.- La inteligencia artificial (IA) se ha vuelto parte de la rutina diaria de muchas personas: autocompleta frases, sugiere series o canciones, da diagnósticos médicos y hasta redacta correos. A simple vista, parece una aliada eficiente. Sin embargo, su influencia va mucho más allá de la comodidad: está empezando a cambiar, sin pedir permiso, la forma en que pensamos, sentimos y tomamos decisiones.

La IA, más presente de lo que creemos

Este fenómeno no se limita a lo cotidiano. En áreas de alta especialización como la física de partículas, la IA está transformando por completo los métodos de trabajo. Claire David, científica experta en este campo, lo explica en su artículo What is AI, what is it not…, donde no solo detalla cómo se usa esta tecnología en experimentos del CERN, sino que lanza una advertencia: la IA está remodelando el pensamiento humano tanto dentro como fuera del laboratorio.

El problema de fondo es que, aunque parezca que “entendemos” lo que hace la IA, en realidad aún no tenemos claro qué es exactamente la inteligencia, ni cómo distinguir entre aprender y comprender. Los algoritmos aprenden patrones, sí, pero eso no significa que entiendan lo que hacen. Aun así, confiamos en ellos para decisiones importantes, lo que plantea preguntas éticas y prácticas urgentes.

Un cambio profundo en cómo se programa

Antes, los programadores definían paso a paso lo que debía hacer una computadora. Ahora, los sistemas de IA deducen patrones sin instrucciones explícitas, gracias al llamado aprendizaje automático. Esto es clave en campos como la física, donde los datos son enormes y complejos. En lugar de programar reglas, se entrena al sistema para que “descubra” relaciones ocultas.

Según David, esto ha permitido avances notables en proyectos como ATLAS, uno de los principales detectores del CERN. La IA puede identificar señales muy sutiles entre millones de datos, algo que sería casi imposible sin su ayuda. Pero hay una desventaja importante: a menudo no sabemos cómo el algoritmo llegó a una conclusión.

Este fenómeno, conocido como “caja negra”, limita nuestra comprensión. En ciencia, donde entender los procesos es tan importante como obtener resultados, esto puede ser un obstáculo serio. Por eso, la autora sugiere combinar la eficiencia de la IA con modelos que incluyan conocimientos previos, para no perder del todo la capacidad de interpretar.

Del laboratorio al mundo real

Aunque su trabajo se centra en la física, Claire David también se preocupa por los efectos de la IA en la vida diaria. ¿Nos ayuda o nos manipula? ¿Nos educa o nos sobreprotege? Estas preguntas surgen al observar cómo los algoritmos pueden promover adicción a las redes, influir en decisiones políticas o generar contaminación significativa durante su entrenamiento.

Un dato impactante del artículo: entrenar una IA generativa puede emitir hasta 60 veces más CO₂ que una persona en toda su vida. Además, la extracción de minerales raros necesarios para estas tecnologías tiene consecuencias ambientales y sociales que muchas veces se pasan por alto en el discurso de innovación.

Por eso, David insiste en la necesidad de discutir públicamente cómo usamos estas herramientas. A nivel institucional, propone actualizar los sistemas educativos y desarrollar nuevos indicadores para evaluar modelos. Y a nivel personal, sugiere usar la IA como apoyo, pero sin dejar que tome el control total de nuestras capacidades críticas.

Una tecnología que nos obliga a reflexionar

El mensaje final de la autora es claro: la inteligencia artificial no debería ser un tema exclusivo de expertos. Al estar tan integrada en nuestras vidas, todos debemos entender al menos lo básico sobre cómo funciona y qué efectos puede tener en nuestra forma de pensar, decidir y actuar. La ciencia, y la ciudadanía, necesitan voces informadas.

En este sentido, los físicos que ya trabajan con IA pueden convertirse en una referencia útil para el resto de la sociedad. Su experiencia sirve para mostrar tanto las posibilidades como los riesgos. No se trata de rechazar la tecnología, sino de tomar decisiones conscientes sobre su uso.

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La IA llegó para quedarse, pero eso no significa que debamos dejarle todo el control. Si no ponemos atención, podríamos aceptar ideas o decisiones que no comprendemos. Como sugiere David, es hora de repensar cómo queremos convivir con esta herramienta, antes de que nos convierta, sin quererlo, en simples ejecutores de sus resultados.

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