Qué le pasa al cuerpo si pasas 24 horas sin dormir, según estudios
Un reporte detalla que estar 24 horas sin dormir puede equivaler a un nivel de alcohol en sangre de 0.10%, afectando la coordinación, el juicio y la salud cognitiva.

Quedarse sin dormir durante una noche completa es una práctica a la que algunas personas recurren para cumplir con obligaciones laborales o académicas. Sin embargo, este esfuerzo conlleva efectos profundos en el organismo, cuyas consecuencias a nivel físico y mental son comparables a las de un consumo elevado de alcohol, de acuerdo con un reporte de Infobae.
La ciencia ha documentado cómo la vigilia prolongada desencadena un deterioro progresivo que impacta desde la capacidad de concentración hasta el sistema inmunológico.
El impacto inicial: Las primeras 24 horas sin dormir
Según expertos consultados por Healthline, tras 24 horas de privación de sueño, el deterioro cognitivo y motor de una persona puede asemejarse al de alguien con una concentración de alcohol en sangre del 0.10%. Este porcentaje supera el límite legal permitido para conducir en la mayoría de los estados de Estados Unidos.
Los síntomas iniciales que se manifiestan en este periodo incluyen somnolencia intensa, alteraciones en la percepción sensorial, una notable reducción de la coordinación motriz y un juicio empobrecido. Estos efectos no son estáticos y tienden a intensificarse de manera rápida si la situación de vigilia se prolonga.

Deterioro cognitivo y desregulación emocional
El impacto de la falta de sueño va más allá de la fatiga física. Una revisión científica publicada en la revista Cureus indica que la privación de sueño afecta directamente procesos cerebrales cruciales, como la consolidación de la memoria, el control de impulsos, la capacidad para tomar decisiones y la regulación de las emociones.
La región cerebral conocida como lóbulo prefrontal, fundamental para las funciones ejecutivas y la conducta racional, es particularmente sensible a la falta de descanso. Esta vulnerabilidad conduce a un aumento en la impulsividad y puede incrementar la propensión a asumir comportamientos de riesgo. De manera paralela, es común que se presente un incremento en la tensión muscular y un mayor riesgo de sufrir accidentes.
Consecuencias progresivas: De 36 a 72 horas de vigilia
Cuando la privación de sueño se extiende más allá de un día, las consecuencias se vuelven más severas y potencialmente peligrosas.
- A las 36 horas: El ciclo sueño-vigilia, que regula la liberación de hormonas críticas como la insulina, el cortisol y la hormona del crecimiento, se ve severamente alterado. Esta disrupción genera desequilibrios hormonales, fatiga extrema, una marcada pérdida de motivación y mayores dificultades para tomar decisiones.
La capacidad de atención disminuye de forma notoria y pueden surgir los primeros trastornos en el habla, como dificultad para modular la entonación o elegir las palabras adecuadas.
- A las 48 horas: El organismo comienza a experimentar “microsueños”, episodios involuntarios de hasta 30 segundos en los que el cerebro se desconecta brevemente del entorno. Al regresar al estado de vigilia, esto provoca confusión y desorientación. El sistema inmunológico también se ve gravemente afectado, con un incremento en los marcadores inflamatorios y una disminución en la actividad de las células NK, responsables de defender al cuerpo contra infecciones.
La capacidad para realizar tareas que requieren alta atención se reduce drásticamente, y es frecuente la aparición de cambios de humor, síntomas depresivos y mayor tensión.
- Hasta las 72 horas: En este punto, la Cleveland Clinic señala que los trastornos del habla y la dificultad para formular ideas coherentes se vuelven habituales. Pueden surgir alucinaciones visuales y auditivas, así como episodios de paranoia, indicando un deterioro profundo de la percepción y la cognición. La mayoría de las personas no logra permanecer despierta sin estímulos externos.
La claridad mental se ve seriamente comprometida, afectando funciones como la multitarea, la atención sostenida y la memoria. La privación extrema de sueño puede generar daño cerebral, trastornos psiquiátricos y alteraciones metabólicas severas.
La privación crónica: Un riesgo sostenido para la salud
Más común que la privación total de sueño es la privación crónica parcial, que consiste en dormir sistemáticamente menos horas de las necesarias. El Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre de Estados Unidos (NHLBI) advierte que esta condición impacta la regulación de hormonas que controlan el apetito, la presión arterial y el metabolismo.
Esta alteración sostenida eleva el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, metabólicas e inmunológicas a largo plazo. De manera inmediata, se asocia con somnolencia diurna, ansiedad, olvidos frecuentes y bajo rendimiento en las actividades cotidianas.
Un análisis de la American Heart Association subraya que una mala calidad y cantidad de sueño se relacionan con una mayor preferencia por dietas hipercalóricas y bajas en nutrientes.
La falta de descanso altera los mecanismos de recompensa cerebral y desequilibra las hormonas que regulan el hambre, como la grelina y la leptina, incrementando la tendencia a consumir alimentos ricos en grasas y azúcares.
Te puede interesar: Expertos explican por qué algunas personas oyen voces que no existen
Recomendaciones para mitigar los efectos y proteger la salud
La literatura médica enfatiza que dormir entre siete y nueve horas por noche es fundamental para la salud física y el equilibrio emocional. Durante el sueño, el cerebro lleva a cabo procesos esenciales, como la consolidación de la memoria y la regulación del estado de ánimo.
Si bien una noche ocasional sin dormir no suele causar un daño permanente, especialistas de la Cleveland Clinic y la Asociación del Sueño de Estados Unidos recomiendan consultar a un profesional de la salud si la falta de sueño se vuelve recurrente, con el fin de recuperar un patrón de descanso saludable.
Para mantener el bienestar y reducir la intensidad de los síntomas durante periodos de vigilia forzada, la alimentación y la hidratación son factores clave:
- Priorizar proteínas magras: Se sugiere consumir alimentos como mantequillas de frutos secos, tofu, queso cottage o frutos secos, que favorecen un aprovechamiento energético más estable.
- Evitar grasas pesadas: Se desaconseja el consumo de proteínas con alto contenido graso, como ciertos cortes de carne o quesos muy grasos, ya que pueden acentuar la sensación de somnolencia.
- Mantener una hidratación adecuada: Beber suficiente agua es esencial para contrarrestar la fatiga y facilitar los procesos de concentración.
Finalmente, medidas respaldadas por estudios internacionales para la prevención del insomnio y sus consecuencias a largo plazo incluyen establecer rutinas regulares de sueño, moderar el consumo de cafeína y reducir la exposición a pantallas de dispositivos electrónicos antes de acostarse.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí
Te recomendamos

Cómo sobrevivir al día después de dormir mal: 8 consejos para mantener energía y concentración

Dormir abrazado a la almohada: qué revela sobre tu personalidad, según la psicología

¿Por qué me despierto a mitad de la noche y no puedo dormir?

El negocio del sueño: los neurólogos piden no caer en la trampa de productos milagro para tratar el insomnio

Grupo Healy © Copyright Impresora y Editorial S.A. de C.V. Todos los derechos reservados